CAPITULO IV

 

                                                                                   «A TRAVÉS DE ARENA Y MAR»

 

 

 

 

Cuando estaban cerca de abandonar el valle, la joven Uleena se apareció a sus espaldas y les dijo que habían conseguido el fragmento de luz, que era una llave que tenía que ser llevada a la ciudad que antes no conocía el miedo y que ahora vive a la sombra de un pico de fuego y muerte.

Harral y Ambrose pensaban que hablaba de Kendermore, la antigua capital kender. Pronto saldrían de dudas.

 

 

Asmara, de la tribu de los Mikku, se lo confirmó cuando se encontraron un día más tarde en el oasis llamado de la “Arboleda de los Limoneros”, donde habían acampado hacía varias jornadas.

Alakar y Asmara les recibieron con los brazos abiertos y les acogieron calurosamente en una gran tienda, donde pudieron bañarse y comer mientras contaban lo que habían vivido en el templo. La Mística se quedó callada cuando escuchó el relato de Caeldor.

          Para llegar a Kendermore tendréis que coger un barco en Ak-Khurman, la capital de nuestra tribu. Y de allí a Puerto Balifor; desde donde deberéis  seguir a pie por la Desolación hasta las ruinas kender. –

 

Alakar les ofreció a dos exploradores, Qatan y Kalid, que les guiarían por la Llanura Ardiente hasta alcanzar Ak-Khurman en dos días. El grupo agradeció efusivamente el trato recibido e incluso el caudillo acordó con Loboblanco la entrega de una esposa joven y fértil para cuando regresara.

 

En el oasis conocieron a un personaje extraño, un bárbaro de los hielos de nombre Ashmar, de rubio cabello y piel blanca, que decía ser un sencillo monje de Majere, armado con un bastón y con una flauta de hueso colgando del cuello. Estaba allí por un sueño que había tenido y pidió acompañar al grupo en su viaje a Ak-Khurman. Estos accedieron sin mayores sospechas.

 

                                                                                              

                                                                                              

Ak-Khurman era una urbe de casi diez mil almas y se situaba en la península que da nombre a la ciudad. Rodeada por agua por todas partes salvo por el sur. Tenía una doble muralla que sólo protegía precisamente el lado sur, puesto que las rocas y los acantilados eran suficientes para resguardar el resto.

 

Entre la muralla exterior y la interior, había una colonia de elfos que vestían como los khuritas. Sin duda eran parte de los ciento cincuenta mil elfos que había viviendo en distintas ciudades del país.

 

Uno de los rasgos más prominentes era el faro, en el extremo norte de la urbe, y el palacio del Khan, Kenji Mikku, un hábil político, entre otras cosas. Por las indicaciones de un amable ciudadano se alojaron en la posada de Ghanima, regentada por una antigua bailarina khurita de gran belleza que les facilitó tres habitaciones y abundante comida y cerveza por unas piezas de acero.

 

En la mesa hablaron con un comerciante llamado Rand Lucas, un solámnico adinerado que llevaba poco tiempo en la ciudad haciendo negocios. Les dijo que si querían ir a Port Balifor debían buscar pasaje en el Levinbolt, cuyo capitán, Yassim Imir, era un conocido suyo y le inspiraba bastante confianza. También les aconsejó que buscaran allí, en Balifor, a un kender llamado Kronn Thistleknot. Pues no convenía que caminaran por esa peligrosa ciudad sin conocer a nadie.

 

A diferencia de Ak-Khurman, que estaba protegida abiertamente por la Legión de Acero, Port Balifor era un enclave nerakés. No había seguridad para los extranjeros. Debían moverse con gran prudencia todo el tiempo que permanecieran allí.

 

En la posada se encontraron con Zoe Manoizquierda, una semielfa de cierto atractivo, maga de túnica blanca, que era quien regentaba el Faro. Habló con Ambrose sobre la Prueba y con Oroner sobre el curioso tabardo negro con el emblema del lirio que llevaba en su mochila y que mostró casualmente a sus compañeros. Ella pensaba que el nerakés mentía cuando decía que no era un escudero del lirio. Pero no pudo demostrarlo.

                                                                                       

 

Antes de cerrar las puertas por la noche, Kamernathel se aventuró con Ashmar por las callejuelas de la ciudad para ir al templo de Elir Saana, el nombre de Khur para Mishakal, a devolver varias figuras de esta deidad encontradas en el Templo Destrozado. Por el camino observaron como dos semiogros desarmados golpeaban sin piedad al pobre Rand Lucas, que había sido emboscado en medio de la noche. Ashmar se lanzó a por ellos y con su bastón golpeó a uno de los ogros, y con sus puños al otro. Por su parte, Kamernathel invocó al poder de Quen Ilumini para inmovilizar a los dos brutos y llevarse de allí del pobre Rand. Que si bien estaba recibiendo algunos golpes, él no se estaba quedando corto y había roto varios dientes de uno de los atacantes. Los tres juntos se marcharon del lugar antes de que recuperaran la movilidad de sus cuerpos. 

 

De vuelta a la posada de Ghanima, todos compartieron el relato del elfo. Rand Lucas estaba asustado porque creía que con sus negocios había molestado a alguien poderoso de la ciudad. Le recomendaron suma prudencia. Lucas, en agradecimiento, les dijo que un barco, el Levinbolt, partiría en dos días hacia Port Balifor. El capitán, Yassim Imir, era amigo suyo. El grupo se lo agradeció considerablemente.

 

 

Cuando el sol salió por el este en la siguiente jornada, un poco después de que Ambrose fuera al Faro a someterse a la Prueba de la Alta Hechicería,  Loboblanco llegó a la posada contando que por la noche, en las afueras de la ciudad, había salvado de la muerte a un obeso mercader de Estwilde perseguido por tres rufianes locales con ballestas y cimitarras. Gracias a Ana-yu, la gran loba, había podido evitarlos.

 

Unas horas más tarde, Kamernathel fue al templo de Elir Saana, un aspecto de Mishakal en la cultura de los nómadas, para hablar con las sacerdotisas del templo y entregar algunas de las reliquias recuperadas en el Templo Destrozado. La madre Saida, una de las sacerdotisas de alto rango, le dijo que el Traidor había despertado.

 

El Templo del Padre Celestial, Paladine, estaba abandonado, como era de esperar. Harral entregó un diezmo en el templo de Kargath el Guerrero, que es como conocían a Kirijolith en Khur. De vuelta a la posada, tras haber pasado por el gran bazar para vender los caballos, se encontraron con una niña de algo menos de diez años llamada Niesme, que decía se había perdido. Resultó que la pequeña era la hija del Khan de la ciudad Kenji Mikku. La llevaron al palacio de éste, entre las torvas miradas de varios viandantes de aspecto amenazador, que no quitaban ojo de encima al druida. Niesme fue recogida por su hermana mayor, una joven de veinticinco años llamada Chatomi Mikku, que les agradeció su ayuda por traer a su hermana. Les dijo que si buscaban barco podían ir en el Perinchief, capitaneado por Turin Khima, un buen amigo del Khan. Además les rebajaría el 20% del pasaje por los servicios prestados.

 

 

El barco zarparía a las ocho de la tarde de ese mismo día. 

 

De modo que ya tenían un objetivo claro. El problema era que Ambrose no había vuelto aun. Cuando fueron al muelle a hablar con el capitán Turin Khima y pedirle que retrasara el viaje, éste les dijo que de ninguna manera. El barco no volvería a puerto en casi una luna. Ante la incredulidad del capitán por haber rechazado una oferta tan generosa de Chatomi Mikku, el grupo decidió partir al día siguiente en el Levinbolt.

 

El capitán Yassim Imir era un hombre joven y apuesto, amable y educado para ser un marino. Alojó al grupo por un precio razonable en los camarotes de popa de la segunda cubierta, todos en una amplia estancia que olía a aceite y agua salada. Algo más de veinte marinos trabajaban en la galera. El grupo acordó ayudar a la defensa del barco en caso de necesidad.

 

No imaginaban lo caro que pagarían su ofrecimiento.

 

Loboblanco dijo que el clima empeoraría sobre el tercer día de navegación. No pudo ser más certero.

 

Lo que no pudo predecir fue la llegada de una pequeña galera de la Armada Imperial Minotaura.

 

Un solo mástil y unos treinta y cinco hombres toro, entre marinos e infantes de marina.

Su capitán, Kokstar Kof Koraff, ordenó al Perinchief que se detuviera, pues buscaban elfos. Pero antes de que cualquier parlamento pudiera fructificar, Loboblanco convocó al rayo y a los relámpagos para que cayeran sobre el mástil, el timón y los hombres toro.

 

                                                                                         

 

 

Ante tal agresión y la tajante negativa de Tyriel a entregar a ningún elfo, el solámnico azuzó a los marineros para que se aprestaran a la defensa. No tenían muchas probabilidades de victoria, pero Solamnia vendía muy cara su piel, de eso no cabía la más mínima duda.

 

El navío minotauro se aproximó a toda velocidad para clavar el aterrador espolón en la galera. Aunque la pericia del piloto de Yassim era considerable, la del piloto del barco imperial lo era mayor.

 

Con un estrépito que les privó del aliento, los barcos chocaron y las maderas crujieron. Los gritos de los hombres moribundos comenzaron a resonar. Los legionarios no perdieron más tiempo y llevaron un corvus, una plataforma de abordaje sobre el Perinchief. Saltaban como titanes y caían con sus armas de dos manos y sus corazas sobre los dos solámnicos y el monje, que eran la primera línea de defensa. Loboblanco no cesaba de conjurar muros de viento y relámpagos que hacían la vida imposible a los atacantes. Harral y Tyr lanzaban salvajes estocadas y tajos severos contra aquellos monstruos.

 

 A pesar de la disciplina y tremenda fuerza de los hombres toro, los dos escuderos no cedían ni un solo paso, aguantando los golpes de hachas de dos manos, espadones, manguales pesados, espadas largas y alfanjones. La coraza de Tyriel sufrió una bestial brecha cuando un legionario le dio un terrible tajo con su espadón y lo dejó casi fuera de combate. Pero la rápida y decidida intervención de Kamernathel le salvó la vida con la magia curativa de Quen Ilumini. Para apoyar a los valientes solámnicos, el monje se subió a la plataforma y comenzó a repartir puñetazos y patadas por doquier, tirando a más de un minotauro al mar. Harral también fue empujado por un enemigo y perdió pie, yendo a parar de cabeza al agua. Gracias a la intervención de un marino khurita que le lanzó una soga, pudo éste subir de nuevo. En las postrimerías de la batalla, cuando más de cinco legionarios habían muerto y otros tantos estaban heridos, Oroner se unió a la lucha espada y escudo en mano y se subió a la plataforma para atravesar a otro hombre toro y hacer  retroceder a los que estaban cerca. De repente el corvus cedió y un minotauro cayó por la borda, mientras que Oroner y otro minotauro se salvaron al agarrarse a la batayola.

 

 

 

Después de más de una hora de combate, con los marinos de ambos bandos lanzando proyectiles y recogiendo a los heridos, los minotauros se retiraron.

 

Habían tratado de roer un hueso demasiado duro para ellos. Sabían que dominar esta parte de Ansalón iba a ser más complicado de lo que pensaban. Sobre todo si los solámnicos se interponían en el camino. Aquel día, todos ellos ganaron su libertad, pues de haber perdido, hubieran sido pasto del látigo y las hachas de los verdugos.

 

Una agotadora jornada más tarde, con el casco de la nave ya reparado, llegaron a Port Balifor poco antes del crepúsculo.

 

Lo que en su día fue una próspera ciudad comercial del mar de Khurman, ahora no era más que un remedo de villorrio de más de mil y poco almas. Empobrecida, miserable, con la parte sur en total ruina; y el resto de la antigua fortaleza al norte con el pendón de Neraka ondeando al viento.

 

El capitán Turim Khima les agradeció la ayuda prestada en el viaje y les deseó buena suerte.

 

El embarcadero y puerto estaban en ruinas, llenos de cobertizos y chabolas. Habían hecho otro al resguardo de los acantilados, al igual que muchas casas construidas en cuevas. La huella de Malystrix era evidente por doquier. Harral preguntó a un fornido estibador por una posada o taberna. Él les señaló al norte, a la Posada de la Ultima Esperanza. Un lugar sórdido y sucio regentado por Mintra Brisademar, una bella semielfa que suele tocar la lira en su establecimiento muchas noches para entretener a su burda clientela. La comida era buena pero cara. Se acomodaron junto a un oscuro rincón de la planta baja, en la taberna. Llamaban la atención desde que desembarcaron. Atraían muchas miradas de reojo y pocas bienintencionadas.

 

Mientras cenaban, un kender de aspecto fiero, con una gran cicatriz en la cara, con un alfanjón aserrado y una sobreveste de los caballeros de Neraka, se acercó a ellos y les dijo que lo hacían mal. Llamaban la atención y debían desaparecer de la vista. Les dijo que convendrían que fuesen al Barrio Triste, en el sur de la ciudad, donde estarían a salvo. Les dio su nombre, Harlowe Barstool, y luego se marchó, llegando al momento tres soldados nerakianos armados para tomar cervezas en la barra, donde Mintra les atendía con miedo evidente. Antes de salir, Kamernathel se topó por accidente con uno de los tres. De no ser por la intervención de Oroner, que intercambió unas palabras en nerakés con el sargento, hubieran tenido los dos elfos muchos problemas.

 

Siguiendo las indicaciones recibidas, se dirigieron al distrito sur, el llamado Barrio Triste, que a diferencia del resto, no había sido reconstruido en modo alguno. Era una gran ruina de un extremo a otro. Toda clase de escombros apilados por doquier sin orden ni sentido alguno. Como descubrieron dolorosamente, había trampas por todas partes. Alambres ocultos, paredes que se derrumbaban con solo apoyarse, trampas de lazo…..

 

Tuvo que ponerse Pak, el ingenioso kender de Hylo, a buscar trampas para evitarlas.

 

Cuando no llevaban ni media hora en el lugar. Un grupo de siniestros kenders, mal vestidos y con expresiones hostiles, rodearon al grupo. Iban armados con hondas, jupaks, cuchillos y otras armas cortas. Había mujeres y hombres adultos que nada tenían que ver con los kenders que conocían como Pak y otros de Hylo. Al frente había un varón armado con un hachak, un hacha kender con una honda incorporada. Se llamaba Plaga Thisletknot. Les condujo a una parte de las ruinas cercanas al puerto, donde los restos de un gran navío, el Periton, servía como cuartel general de este grupo de supervivientes. El casco estaba volcado, su interior acondicionado para ser un hogar improvisado donde más de una treintena de kenders aquejados vivían difícilmente. Allí conocieron a Kronn Thistleknot, el padre de Plaga, un varón de mediana edad con el cabello largo y canoso. Un tatuaje en la parte inferior de su rostro que enmascaraba una cicatriz y le daba un aspecto salvaje. Estaba acompañado por un robusto kalanesti de largo cabello cobrizo, armado con espada bastarda al cinto y arco largo a la espalda. Se llamada Elijayess Sombralunar, un experto explorador de la Desolación.

 

                                                                                    

 

 

Kronn les preguntó el motivo de su visita y hablaron sobre la necesidad que tenía el grupo de llegar a Kendermore para llevar un objeto precioso hasta allí. Con las dotes diplomáticas de Kamernathel y los solámnicos, Kronn aceptó llevarlos hasta allí, a pesar de lo terrible del camino.

 

Necesitaban hacerse de un equipo adecuado al clima del lugar al que iban y poder hacer frente a las vicisitudes que allí pudieran presentarse.

 

Cuando a la mañana siguiente marcharon por la salida noreste, para escalar las montañas que llevaban a la meseta, dos guardias nerakianos se cuadraron ante el paso de Oroner.