Capitulo 5

                                                                         «Kendermenos»

 

 

La desolación era una aberración. Un desierto antinatural que hasta hace tres décadas era una llanura de pastos verdes y un gran bosque; ahora era un mar de arena y rocas ardientes, géiseres monstruosos, erupciones volcánicas, terremotos y gases venenosos. Todo les esperaba a aquellos que desconocieran el camino. Elijayess Sabía que estos rasgos del terreno eran impredecibles; pero él conocía señales que indicaban que iban a producirse.

 

Durante las terribles noches, que era cuando avanzaban, se toparon con extrañas criaturas que volaban con alas flamígeras. Fueron testigos de cosas brutales, como el gigante de la desolación que mató y devoró a dos kenders que huían de un grupo de seis, liderados por Fiera Marcanegra, una joven kender aquejada que trataba de poner a su gente a salvo. Los lobos convocados por Loboblanco y la ayuda de Ana-yu, junto con las flechas de Lothaltalas y Elijayess, hicieron que el monstruo mordiera el polvo ensangrentado y moribundo.

 

Al día siguiente, por la noche, se toparon con un grupo de caballeros de Neraka comandados por Crager Sotosangriento, un caballero del Lirio que iba herido en unas parihuelas, armado con una ballesta pesada, sus seis soldados y dos sargentos le protegían. Habló con Oroner en su lengua e intercambiaron comida y parabienes.

 

Los solámnicos comenzaron a confirmar sus sospechas de que su compañero no era un legionario de Acero.

 

Al final de la tercera jornada, llegaron al Oasis de los Oráculos. El kalanesti les dijo que estas tres mujeres eran respetadas en toda la región. Vivían en una gran cueva cerca de un lago de aguas cristalinas. Tenían a varios guardianes ogros con ellas y su aspecto era el de tres bellísimas mujeres vestidas con lujosos caftanes. Una tenía la piel blanca y el cabello rojizo, y se llamada Luto. La segunda, de nombre Lamento, era una elfa de cabello plateado y ojos almendrados. La tercera era un ergothiana del norte de piel de ébano llamada Pesar. Tenían según decían poderes adivinatorios. Por cada pregunta debían hacer algo por ellas. Tenían hasta tres.

                                     

En medio de su estancia, Ambrose Uth Anso, su compañero, que había quedado en Ak-Khurman haciendo la prueba, apareció ante ellos vestido con su flamante túnica roja. Ahora era por derecho propio un mago de alta hechicería. Lo habían traído hasta aquí por los caminos del etéreo.

 

 

De las preguntas que podían hacer, le preguntaron dos, una sobre la llave que llevaban y otra sobre el destino de su misión. A cambio ellas les pidieron que llevaran consigo un anillo en el dedo corazón de la mano izquierda y que les trajeran de vuelta el báculo de un hechicero llamado Grigolthan, un ogro hechicero venido a menos que portaba un báculo hecho a partir de la columna vertebral y un cráneo de un silvanesti.  Una vez aclarados los términos, descansaron plácidamente en el lugar sin necesidad de hacer guardias. Sin duda era un lugar acogedor, aunque Kamernathel no percibía auras benéficas del bello trío.

 

Elijayess se puso en marcha al día siguiente, al final del atardecer, seguido de toda la comitiva. Sólo una larga jornada más y al amanecer ya vislumbraron las ruinas de la antigua ciudad de la alegría, Kendermore.

 

Si Balifor estaba parcialmente reconstruida, Kendermore era un cementerio. Sus murallas estaban semiderruidas. La totalidad de los edificios casi caídos del todo. Sólo el ayuntamiento, el antiguo palacio y la biblioteca estaban aun en pie. En la entrada de lo que en su día fue la puerta norte, un grupo de seis gnolls armados con hachas y arcos llevaban al exterior un fardo con alguien vivo dentro. A la distancia a la que estaban, pudieron ver que dentro había un kender que fue sacado del saco y partido en dos con un hacha. Al verlo, la mayoría del grupo cargó con las armas en la mano. Los exploradores elfos lanzaron varias flechas que hirieron a una de las bestias mientras el resto huía al interior de la ciudad. Loboblanco convocó al relámpago y uno de ellos calcinó a otro de los monstruos. El resto siguieron en su huida hasta que Ambrose lanzó su conjuro de telaraña sobre el grupo. No escapó ninguno. El que se había quedado rezagado para detener el avance del grupo murió luchando contra las espadas de los solámnicos, que lo atravesaron en unos instantes.

 

Pero el mago no era despiadado. Permitió que el magno nerakés los interrogara  y luego les dejó marchar; pues no sacaron nada de valor.

 

Por la noche, cuando se disponían a descansar, un gran grupo de kenders con sangre diabólica les hostigó durante todas las horas nocturnas. Les lanzaban piedras y les atacaban con herramientas como martillos, estacas, garrotes y palas. Los elfos mataron a unos cuantos con sus cada vez menos numerosas flechas. Mientras que Loboblanco y Ambrose lanzaron varios conjuros de invocación y ataques de rayo para aniquilar a otros. Cuando apenas tenían ya recursos, el sol salió por el este.

Cansados y sin apenas haber dormido, siguieron explorando la ciudad. Pak les evitó caer en la mayoría de las docenas de trampas que seguían puestas por todas partes. Llegaron al antiguo palacio real. Donde encontraron a Diablos Pisapala, un kender aquejado medio loco que según decía era el jardinero real y había vivido escondido los últimos treinta y cinco años. Les informó de que aun quedaban kenders en el lugar escondidos. También había kenders no muertos que volvían a la vida por la noche. Pese a las insistencias del grupo, el pobre Diablos declinó irse con ellos. Continuaron avanzando hasta los límites de la ciudad cuando oyeron los insultos de un joven kender a un grupo de ogros de aspecto bárbaro. Uno de ellos, el líder, llevaba una coraza negra con el símbolo de un lirio negro con un pico de fuego en uno de los pétalos. El símbolo de Malystrix. Los otros cuatro ogros que lo acompañaban empuñaban grandes clavas y lanzas largas. Con un látigo monstruoso, el líder, de nombre Karak, atrapó al kender por el tobillo y lo arrastró hasta el suelo desde lo alto de las ruinas de  una taberna. Una vez en el suelo, le dio varias patadas hasta casi matarlo.

 

                                                                                              

Sin perder un segundo, espadón en alto, Tyriel cargó invocando a Kirijolith y casi partió en dos el torso de uno de los cuatro ogros que sostenía una lanza. Pero su apresurada carga le separó de sus compañeros demasiado pronto y lo pagó muy caro. Otros dos ogros atacaron al unísono con las lanzas. Con la terrible fuerza de aquellos monstruos, las puntas de ambas armas se clavaron profundamente a través de la coraza de Tyr y le dejaron en el suelo moribundo. Afortunadamente, no les dio tiempo a más, porque Harral y Oroner lanzaron salvajes estocadas contra los ogros mientras que los exploradores elfos descargaron una lluvia de flechas que hicieron estragos. Ana-yu y otros dos lobos terribles invocados por Loboblanco se lanzaron contra otro de ellos tirándole al suelo y devorándolo a dentelladas. Finalmente, Oroner y Harral acorralaron a Karak; y con la ayuda de las cuchilladas de Pak fue atravesado de parte a parte.

 

El pobre kender decía llamarse Parrick Andachiflando de Hylo. Había venido con su hermana Kerra y otros compatriotas para explorar la ciudad. Pero los ogros habían capturado a varios de ellos y llevado al interior del Pico de Malystrix. También habló sobre unas extrañas hormigas de gran tamaño que habían sido vistas por el lugar.

 

Kamernathel, con el poder divino de Quen Ilumini, sanó parcialmente a Tyriel, permitiéndole volver a ponerse en pie.  Por su parte, Elijayess se afanó en auxiliar a los kenders encadenados y heridos.

 

Habían llegado al final del camino para el kalanesti.  Él se quedaría aquí, cuidando de los pequeños, mientras el grupo se encaminaba hacia el pico de Malys, la monstruosa montaña creada por la sacrílega magia del difunto monstruo.