La figura del regente de Zabhela se removió perezosamente en su silla de caoba acolchada con algodón de las plantaciones en las riberas del Zarkheba, el tenebroso río que se adentra, cual monstruosa constrictor, en las junglas de los Ghanata, de los Bakalah y de los Jihiji. Naferakfon había vivido mucho: y tenía que agradecer lo suficiente como para ser un hombre prudente con los sacerdotes de Set. Frente a él, con los antebrazos apoyados gentilmente sobre la mesa de iroko cubierta por un paño bordado con hilo de oro, Theramidos, sacerdote de Set en Zabhela, un hombre en plena treintena, de piel oscura, bronceada por el implacable sol de Kush, con cabeza afeitada y ojeras tatuadas, esbozaba una sonrisa sardónica a su anfitrión:
- Cuando me lo contaron me costó creerlo, eminencia – dijo el vetusto Naferakfon. Su cabello, liso y negro en otro tiempo, se había tornado ralo y grisáceo. Sus ojos avellana eran ahora más oscuros, con un aspecto acuoso debido a una catarata en su ojo izquierdo. Un leve surco de sudor se revelaba en el cuello de su túnica de algodón.
- Los mercaderes hiborios no duran mucho tiempo aquí, por lo general,- repuso el sacerdote mientras jugueteaba con el anillo de oro anaranjado con forma de cabeza de cobra que adornaba el dedo corazón de su mano izquierda. –Excepto, quizá, nuestro amigo Rand Artelios.- Al pronunciar el nombre, la mirada de Naferakfon se oscureció. Miró en dirección a la balconada del gran salón que compartían. La brisa refrescada el cálido ambiente del otoño en la sabana.- Erithemes es la amada hija de Ulimán, nuestro general y gran amigo personal. Algunas de sus decisiones no nos han traído el honor o el reconocimiento que esperábamos; pero yo respeté su decisión. Ella es la voz de Derketa en Zabhela; y yo sólo un regente que vislumbra el ocaso de sus días. Mi viaje por el río de la vida está cerca de desembocar en el mar. Ya huelo la sal.
- Nuestros últimos días sólo el padre Set los conoce, buen hetiy.- Una sonrisa enigmática asomó a los labios del sacerdote. . Pero lo cierto es que ese grupo de hiborios ha causado mucho revuelo en las calles de nuestra querida ciudad. –
- ¿Y dices que eran cuatro argoseos, como los que desembarcan aquí a menudo para comerciar?-
Naferakfon
- Según me hicieron llegar mis agentes, eran cinco hombres hiborios y un bárbaro norteño de pelo largo y negro y barba tupida, que portaba una gran espada a la espalda. Dos de ellos hablaban kothio y parecían de noble cuna. Los lidera ese conde, Traianos, junto a su mano derecha, un cortesano de nombre Trebonianos. Llevan una escolta de tres hombres: un hoplita corintio, un explorador de piel bronceada, probablemente zingario, y el mencionado bárbaro. Además les acompañan dos sirvientes, un mozo y una moza de no más de quince veranos, y un fornido esclavo estigio que hace las veces de porteador.- Los ojos de Theramidos se entrecerraban al escuchar el relato, como no queriendo olvidar detalle.
- ¿Dices entonces que su barco fue consumido por las llamas?-
- Debió ser el mismo día en que llegaron a la ciudad. Su barco y una galera estigia fondeada junto a éste salieron ardiendo esa misma noche. Perecieron marineros y varios animales que llevaban en las bodegas y que aun no habían descargado.
- ¿Un incendio fortuito, pues?- Inquirió el siervo de Set con una mueca maliciosa.
- Lo dudo mucho, eminencia. Durante el día estuvieron en la taberna frecuentada por los extranjeros, el Descanso del Marino, bebiendo y putañeando casi todo el tiempo.-
- Muy propio de los bárbaros de Hiboria.- Dijo con desprecio el sacerdote, haciendo ademán despectivo. Todo indica que esos hombres estaban involucrados en alguna clase de querella con gente de baja estopa, criminales y traficantes. De hecho, durante el día sucedió un extraño incidente mientras hablaban con Kolisek, un esclavista estigio que va siempre acompañado por sus escoltas puntios; y que guiaba a un grupo de esclavas negras a la subasta del día: una jaula con un terrible león de abundante melena estaba siendo cargada en la galera estigia atracada junto a la coca que trajo a los hiborios: el Orgullo de Messantia. Al parecer, esa galera, La Retenu, pertenece a un grupo de comerciantes que sirven al templo de Bast en Khemi; y habían comprado un ejemplar de león para sus ritos de Mahees. De repente la cuerda de la grúa cedió y la jaula se estrelló contra el pavimento. El león salió libre, sembrando el caos. Todos los presentes salieron huyendo desesperadamente. Salvo algunos extranjeros, y tal vez, un puñado de los nuestros, casi todos los que en ese momento estaban en el muelle eran gallah; ni un solo soldado chaga se encontraba allí.La bestia se dirigió contra la joven chaga que por allí caminaba y que se dirigía a la ciudad alta. Resultó ser la hija de Rand Artelios y Erithemes, hija de Ulimán, Tarethis. De no ser por el bárbaro norteño y por el hoplita corintio, que reaccionaron con rapidez, la joven habría muerto en las fauces del león. El noble kothio, espada en mano, dirigió a sus hombres contra la bestia. Las flechas del zingario silbaron en el aire y se clavaron en el cuello del animal, mientras los demás lo mataban con tajos y estocadas. –
Leontes
- De veras esos extranjeros le salvaron la vida a Tarethis Artelios?- cuestionó el sacerdote con una mirada incrédula.- ¿Fue todo una casualidad?
- Lo cierto es que mis agentes me cuentan que toda la tripulación del barco estaba envuelta en asuntos oscuros relacionados con unos rumores sobre desapariciones y secuestros en la ciudad baja.
- ¿Qué dicen esos rumores, pues?-
- Los gallah dicen que han desaparecido docenas de muchachas y niñas en los últimos meses, especialmente en la última luna. Algunos acusan a los sectarios de su bestial dios, Jullah, de estar detrás de todo.- Los ojos de Naferakfon se detuvieron de pronto en los de su interlocutor.- Pero no alcanzo a comprender aun la relación entre estos secuestros, la presencia de estos hiborios, y sus negocios con Rand Artelios. En la misma noche en que su barco salió ardiendo, se internaron en las callejuelas de los arrabales buscando a su piloto. El pobre desgraciado estaba casi muerto cuando lo encontraron, apaleado presuntamente por esos sectarios locos. Lo encontraron en una plaza con un viejo obelisco; costillas rotas, hombro dislocado. Allí mismo fueron emboscados por un grupo de negros que luchaban con las manos desnudas y de los que consiguieron escapar, dejando varios cadáveres. Uno de mis agentes me informó que sustrajeron algo de las ropas del capitán asesinado; tal vez un papiro, por la forma.-
- Entonces era cierto.- aseveró Theramidos- los cultistas de Jullah están sembrando el Caos en los Arrabales y……
- No sólo en la ciudad baja, eminencia; la propia mansión fue asaltada poco después del asesinato del capitán del Orgullo de Messantia. Varios guardias murieron y muchos sirvientes también. Algunos testigos hablan de un monstruoso simio albino de ojos rojos que abrió el pecho de un hoplita al servicio de Artelios, atravesando su coraza de hierro con las manos desnudas y le sacó el corazón. Personalmente creo que esto último es producto del terror de esos pobres desgraciados.-
- No estés tan seguro, querido hetiy.- repuso con un destello de inquietud Theramidos.- Jullah tiene engendros capaces de las mayores aberraciones. Tal es la naturaleza de ese demonio. Sin duda algo debe estar pasando en ese monstruoso culto para que estén causando tantos estragos. Creo que es el momento de que intervenga la guardia. Y tú eres la autoridad en Zabhela de la reina Tananda.- Pero Naferakphon levantó cansadamente una mano, conocedor del rumbo que tomaría la conversación.
- La mayoría de los guardias son gallah, sólo los oficiales son chaga como nosotros. Si les ordeno capturar y matar a cultistas y aliados, muchos de ellos desobedecerían e incluso podrían llegar a rebelarse ante la perspectiva de matar a sus parientes o amigos. Recuerda que somos una minoría en Kush; y que ya en el pasado, de no ser por la fuerza de la madre Stygia, habríamos sido exterminados.
- Los ojos de Theramidos ardieron de rabia por un momento, pero luego se calmaron.-
- ¿Y qué piensas hacer, entonces, dejarles que aterroricen la ciudad?-
- Pues han sido las acciones de estos hiborios las que han traído una solución, al menos temporal, a todo este asunto.-
- ¿Y cómo es eso?.- Inquirió molesto el sacerdote.
- Cuando el humo del incendio en la mansión de Artelios se asentó a la mañana siguiente, el grupo se presentó allí. Habría multitud de sirvientes muertos y destrozos por doquier. Rand Artelios estaba a salvo y también su esposa, nuestra querida Erithemes. Sin embargo, Tarethis había sido secuestrada por ese simio blanco monstruoso. Artelios no parecía muy preocupado por su hija, al contrario que su madre; que rogó a los extranjeros que fueran en su busca. Artelios parecía ausente, según dicen los testigos, y se enzarzó en una discusión con Traianos, el noble kothio, sobre mapas antiguos y su diario escrito por un soldado zingario hace dos siglos.
- ¿Mapas antiguos? ¿Un diario??Qué significa todo esto, Nafer?.- Inquirió con los ojos muy abiertos Theramidos.- Por lo que he podido saber, el kothio y su consejero, Trebonianos, creen que ese diario puede llevarles a algún lugar de grandes riquezas. Pero de la impresión de que no es más que una especulación sin mucho fundamento. El caso es que el grupo se marchó de la casa de Artelios y volvió a la posada de los muelles, el” Descanso del Marino”, para reclutar la ayuda del resto de argoseos de la tripulación que quedaba del “Orgullo de Messantia,” y posteriormente salieron de la ciudad.-
Trebonianos
- Y a dónde, si puede saberse? –
- Pues se dirigieron a una pequeña aldea situada a dos días de camino de Zabhela llamada Shemanza, un puñado de cabañas de pastores en el interior, lejos de la costa. Pude averiguar si había algo de interés en ese sitio; y me dijeron que un poderoso chamán gallah, Eshiba, vive allí junto a sus acólitos. Al pasear, recientemente este hombre perdió a sus dos nietas. Hace años él mismo fue un líder de esos sectarios de Jullah. Cuando dejaron la mansión de Artelios, un esclavo estigio de la familia de Ulimán les acompañaba; y él pudo entenderse con Eshiba. Durante un día completo se quedaron en Shemanza: y Eshiba les pintó el cuerpo con pinturas blancas y negras. Les hizo además alguna clase de danza ritual primitiva. Esa misma noche abandonaron el poblado en dirección a la costa, varias millas más al sur.
- ¿Para qué diablos iba un grupo de hiborios armados a ir a un lugar así?-
- Entiendo que Eshiba podía tener idea del lugar donde podrían estar secuestrados sus nietas y el resto de las muchachas.De los interrogatorios que mis agentes hicieron en algunas de esas jóvenes vírgenes, deduzco que cuando los secuestraron, las llevaron a un viejo templo del culto de Jullah, cuya entrada debe encontrarse en un barranco rocoso donde rompen las olas. Aun hoy no sé exactamente dónde está. La única forma de entrar es descolgándose por la pared o escalando desde la pedregosa playa.Habían sido todas encarceladas en un gran foso excavado en la roca. Casi un centenar. Un lugar húmedo y oscuro donde apenas les daban de comer. Esos cultistas locos las tenían ahí para sus aberrantes rituales.Todas las mujeres eran gallah, algunas de reinos negros vecinos, y sólo una de sangre estigia, la joven Tarethis. Al parecer se la llevaron, al poco de llegar, a otra sala de donde ya se escuchaban los horribles cánticos de esos locos.
-Sin duda, Nafer, ese obsceno templo debe ser arrasado y clausurado. No me preocupa lo que puedan hacer con esas pobres desgraciadas gallah, pero que secuestren a nuestras mujeres es ya otro asunto totalmente diferente.- Theramidos miró nervioso a través del amplio ventanal.- no podemos dejar que esta gente se escape a nuestro control. En el pasado ya lo lamentamos profundamente.-
-No creo que haga falta, eminencia- repuso el hetiy- Traianos y sus hombres entraron en tropel en el lugar y se desencadenó una feroz y caótica lucha. Los cultistas armados con hachas y jabalinas cayeron sobre los marinos argoseos liderados por el bárbaro del gran espadón. El corintio y el esclavo estigio trataron de impedir la llegada de más negros con lanzas y estocadas. Entonces escucharon un alarido inhumano y el gran simio blanco apareció, matando en el acto a dos de los marinos y a una pobre muchacha que se cruzó en su camino. El zingario le acertó varias flechas y el bárbaro le dio severos tajos; pero el monstruo a punto estuvo de matarlos. No he podido saber más detalles de la lucha. Apenas había tres antorchas iluminando una gran estancia. Finalmente el bárbaro le abrió la cabeza al monstruo, que cayó con el torso atravesado por varias flechas. Los cuerpos de los negros y los marinos argoseos estaban esparcidos por doquier. Sólo uno sobrevivió. Traianos y los demás dejaron a sus sirvientes con las prisioneras y Eshiba y se adentraron en el templo.
-¿Y qué encontraron allí? ¿Más simios?.- Preguntó Theramidos.
-No hemos podido interrogar a nadie que estuviera presente allí dentro. Sólo sabemos de los comentarios que las mujeres escucharon de los hiborios y que les pudieron traducir a su lengua. El esclavo que los dos kothios traían con ellos, al que llamaban Stico, no lo vieron regresar. Una docena de negros pintados y armados salieron huyendo despavoridos de aquel lugar gritando cosas incoherentes. Los extranjeros salieron pálidos, con expresiones ausentes. Ensangrentados y heridos, con una inconsciente Tarethis en brazos del bárbaro. Murmuraban sobre los engendros de Jullah y su locura.
Después supe que Ashanata, el líder del culto, había sido atravesado por una flecha del zingario, el tal Galbro, mientras oficiaba algún ritual diabólico de invocación a su repulsivo dios bestia. Las mujeres fueron sacadas del templo y devueltas a sus familias. Los extranjeros volvieron a la mansión de Rand Artelios, donde actualmente permanecen.
Como podéis ver, eminencia, esos nórdicos han eliminado un problema a Zabhela, al menos por el momento.-
-¿No te parece extraño, querido hetiy, que esa actividad del culto de Jullah haya coincidido con la llegada de estos hombres?-
-Sin duda, eminencia, debe haber alguna relación en todo esto. Confío en que el padre Set nos dé la sabiduría y la perspicacia suficiente para poder averiguar todo lo que debemos saber.-
-Sea como fuere, Naferakfon, como hetiy de Zabhela, debes estar muy pendiente de los movimientos de este grupo de extranjeros armados por nuestra ciudad. Como sabes, en la madre Stygia no podrían dar un paso sin la autorización del visir del faraón.