Juego Print and Play (Imprimir y Jugar) de Mike Heim disponible en inglés y en español (la traducción es mejorable y tiene erratas). Unos cuantos dados, un folio y poco más para vivir la epopeya de los supervivientes de un naufragio en busca de su salvación. Un juego en solitario de colocación de trabajadores, suerte y narratividad imaginativa al que animo a otros aficionados de la Asociación a probar y a comparar resultados (se obtienen puntos de victoria).

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Año de 1672.

Somos todo lo que queda del ‘San Juan de Padua’, buque mercante español salido de Mindanao. Somos cuatro a bordo de esta balsa: Alfón del Castillo, marinero de Sanlúcar de Barrameda; Bartolomeo Prado, marinero de Muros; Antón Martín ‘el joven’, grumete de Ayamonte; y yo, Pablo de Vega, piloto de Huelva. Hace semanas una terrible tormenta hizo zozobrar nuestra embarcación, chocando contra unos bajíos, mientras cruzábamos el Pacífico. Aunque sobrevivieron más miembros de la tripulación, me temo que en los días siguientes al naufragio perdimos a muchos. La barcaza que construímos con los restos del buque no es muy estable, pero con un poco de suerte podrá conducirnos hasta tierras civilizadas. La travesía será, sin duda, dura y difícil. He escuchado rumores acerca de islas habitadas por hombres que no conocen de Dios y que comen carne humana, bestias asesinas que en tierra y en mar cazan a los buenos cristianos y lugares que están más cerca de los Infiernos que del Paraíso. Esperemos poder evitar todo peligro, con la ayuda de nuestro señor Jesucristo. Ahora debemos aprovechar la marea, recopilar todos los suministros con los que podamos hacernos y comenzar nuestro viaje.

Entrada 1.

Me alegra poder escribir que el primer día ha transcurrido con tranquilidad. Nos internamos en el mar. Tuvimos suerte y avistamos una isla de mediano tamaño. Aunque hemos empezado a consumir las reservas de agua de a bordo, Prado ha conseguido pescar algo con su pericia habitual, con lo que no hemos necesitado gastar ninguna de nuestras provisiones. El pescado lo devoramos crudo. La balsa se mantiene y no hay vías de agua. No parece que vaya a haber cambios en el tiempo, lo cual nos favorece. Los ánimos están altos.

Entrada 2.

Decidimos aportar en la isla para buscar agua, comida y madera. Al aproximarnos vimos los primeros signos de que la isla estaba habitada: un penacho de humo negro se elevaba desde el interior de la selva. No sabemos si serán indígenas hostiles pero, de momento, parecen haber decidido ignorarnos. Aunque detectamos algunas miradas furtivas al internarnos entre la espesura, nadie nos ha molestado. Recogimos agua y algo de madera seca que podremos emplear en reparar la embarcación, si fuera necesario. Lamentablemente, cuando retornábamos a la balsa pisé el nido de alguna alimaña. Algo me mordió y la herida me escuece como si fuera causa de alguna endiablada ponzoña. De momento no seré de gran utilidad. Espero que con descanso pueda recuperarme y poder volver a recorrer la isla.

Entrada 3.

La tormenta nos cogió por sorpresa. Me quedé a bordo de la balsa, descansando, mientras Martín ‘el joven’ hacía guardia para que no sufriéramos ningún daño a causa del oleaje. Castillo y Prado bajaron a tierra de nuevo. Volvieron pasado el mediodía, precipitadamente, con algo de agua y comida. Al parecer se encontraron con varios guerreros primitivos de la isla, los cuales les dejaron muy claro que no éramos bienvenidos. Han llamado a este sitio Weno, o algo parecido. Parece que tendremos que despedirnos y probar suerte en otro sitio. Ya recuperado, observo el horizonte y -con pesadumbre- me preparo para decirle al resto que mañana será otro día de tormenta. Quiera Dios que podamos escapar a su ira.

Entrada 4.

Ha sido un día complicado. A pesar de poner todo nuestro afán en ello no hemos podido evitar que la balsa resultara dañada por la tormenta. Un fuerte golpe de mar ha abierto una brecha, de momento pequeña, pero que nos obliga a estar achicando agua. Al menos dejamos atrás a esos salvajes hostiles y hemos podido vislumbrar la cercanía de otras dos islas, más pequeñas. Sin duda lo mejor del día ha sido que acabara. Noto el cambio de vientos, la tormenta ha tocado a su fin. Esta noche, mientras consumimos nuestras reservas de comida –nos quedan algo más de la mitad- hemos relatado algunas de las aventuras que hemos vivido a lo largo de estos años en los mares. Si sobreviví a mi estancia en el reino de Camboya no pienso dar mi brazo a torcer aquí. Aún no ha llegado mi hora.

(continuará)