Las nubes de humo y gases tóxicos seguían saliendo hacia el cielo, oscureciendo toda la región incluso en las horas de mayor luminosidad. Se despidieron de Parrick y de Elijayess, encaminándose a las montañas surcadas por ríos de lava y salpicadas por repentinas erupciones volcánicas de baja intensidad. Avanzaron pesadamente para pasar la noche en las faldas de las montañas más bajas que rodeaban el gran pico. El calor iba aumentando a medida que se acercaban. Finalmente, tras un merecido descanso, llegaron al pie de la montaña. Lothaltalas divisó una entrada de una cueva a no más de 75 pies de altura; en cuya entrada había cuatro ogros ataviados de similar manera a los que se habían enfrentado hacía sólo unas horas.
Tras una larga discusión acordaron en que el kirath se adelantaría para encontrar alguna de las posibles entradas a una mayor altura en la gran montaña que estuvieran menos vigiladas. Debido a las dificultades del terreno, incluso para el silvanesti, el avance era lento y arduo. Nubes de ceniza cubrían todo el cielo en el lugar; y el aire, a medida que avanzaba, se hacía irrespirable. A lo largo de varias horas Lothas consiguió localizar una entrada más pequeña a una mayor altura y bastante más angosta que la que había abajo. Sin embargo, cuando pensaba que su sigilo había sido suficiente, descubrió a una extraña criatura voladora de apariencia humanoide y piel escamosa roja como la sangre. Dos grandes alas dragoniles le permitían desplazarse a gran velocidad. Estaba protegido por un camisote de mallas negro y llevaba una espada corta y arco corto. Al ver al elfo comenzó a emitir estridentes sonidos y disparar flechas con muy escasa puntería. Lothaltalas decidió seguir avanzando ocultándose de aquel ser, pero fue imposible y tuvo que empezar a disparar con maestría su arco largo acertando cuatro flechazos a su perseguidor. Éste, muy debilitado, tuvo que tomar tierra varias veces. Pero, como pudo descubrir el elfo, no estaba solo. Otro humanoide semejante, pero armado con un espadón y protegido con una negra coraza con el símbolo de la dragona roja, se posó en un peñasco cercano mirando al kirath con los brazos cruzados. Lothas le lanzó tres flechas en rápida sucesión, pero sólo una le acertó. El otro perseguidor se acercaba y se preparaba para disparar de nuevo. Girando rápidamente, el elfo se acercó al de atrás y le lanzó un flechazo a bocajarro, matándolo definitivamente. En vez de caer inerte, la criatura explotó en una onda ígnea que por fortuna no alcanzó a su ejecutor. Pero no estaba a salvo; pues el otro monstruo, con el espadón en las manos, se acercó a él y le dio un tajo tremendo. Lothas trató de retirarse y poner distancia entre ellos; pero fue inútil. Tras una violenta estocada que le abrió el pecho, el silvanesti cayó inerte en un charco de sangre.
En el otro lado de la montaña, el resto del grupo estaba preocupado. Loboblanco decidió ir a buscar a su compañero, escoltado por los solámnicos. El camino era para ellos aun más complicado que para el kirath, pero Ana-yu había conseguido seguir el rastro y no debían perderlo. Tardaron casi medio día en encontrarlo. Estaba casi desangrado. Loboblanco le curó algunas heridas con la magia natural de Chislev. Al menos lo suficiente para que pudiera caminar. Tras varias paradas para comer y descansar, consiguieron reunirse con Oroner, Ambrose y Pak en el punto de partida. Habían perdido un día. Pero tenían entradas alternativas.
Con todo el sigilo posible, se pusieron en marcha y avanzaron por la entrada elevada y angosta, que se internaba en diagonal en la montaña durante unos cuarenta y cinco pies y luego bajaba en vertical durante algo más de setenta. En el descenso con cuerda, tanto Kamernathel como Oroner perdieron agarre y cayeron rodando por el túnel, que volvía a internarse en la montaña en diagonal.
Tras reponerse de la caída y reunirse todos nuevamente, continuaron avanzando por la semioscuridad, disipada gracias la antorcha de Quen Ilumini. Al final del túnel llegaron a una gran caverna iluminada por musgos fosforescentes en el techo de estalactitas. Había como puentes de obsidiana que cruzaban los diversos riscos y grietas en el suelo. Pero una atenta observación reveló que se trataba de hormigas grandes formando diversas formas de puentes y estructuras. Otros ejemplares más grandes, casi como ponis, llevaban restos de miembros cortados de ogros y humanos y se los daban de comer a las otras hormigas. Lothas y Loboblanco conjuraron para esconderse de los animales; pero Ambrose razonó que era preferible hablar con aquellas criaturas, pues sabía que tenían cierta inteligencia. De modo que se dirigió a ellas, y una de un tamaño como de un perro grande les comunicó que les llevaría a hablar con la reina en un más que correcto común.
La reina de aquella colonia de hormigas era una criatura grande, más parecida a una abeja de tipo centáurico. La inteligencia de la criatura era superior a la de sus subordinadas. Les dijo que ella había llegado a un acuerdo con Malystrix para expandir su colonia por la montaña, pero que ahora que la dragona no estaba, sus sucesores se peleaban entre ellos. Ambrose le preguntó por el ogro hechicero. Sorprendentemente nadie preguntó por los kenders prisioneros. La reina les ofreció algunas de sus soldados como monturas para llegar por sus túneles al lugar donde habían visto al ogro. Todos aceptaron la ayuda de las hormigas y montaron en las criaturas soldado por unos sinuosos y largos túneles guiados por una de menor tamaño que les había hablado al principio. De repente, y tras algo más de una hora de camino, las hormigas se detuvieron.
-Hemos llegado- les dijo la guía. Esta pared da al lugar donde vimos al ogro. Sólo haciendo un mínimo esfuerzo podéis cruzar al otro lado. Al terminar marchad por el túnel que os indicó la reina hacia el exterior. – Y dicho esto se marcharon. Lothas escuchó algunos tenues lamentos al otro lado del muro, que era muy delgado. Con un conjuro de transformar piedra en arcilla de Loboblanco, pudieron abrir un gran hueco para que pudiera pasar una persona. Al otro lado había una caverna con un foso enrejado en el suelo en el que había una veintena de kenders muy sucios y casi muertos de hambre y palizas. Era una grotesca prisión. Pero la prisión estaba guardada por criaturas similares a las que habían atacado a Lothaltalas. Una era más grande, de tipo ogro, con colmillos y cuernos, armado con una gran hacha de batalla, mientras que los otros tres llevaban afiladas cimitarras y escudos pesados de acero. Se protegían con corazas de acero negro con una sobreveste de Malys. El ogro llevaba un camisote de mallas y según se abrió el hueco en la pared, lanzó su ígneo aliento en forma de cono que sólo penetró como un rayo por el boquete hiriendo a varios del grupo. En unos instantes se desató la feroz batalla. Una quinta criatura, de aspecto no de guerrero sino de explorador o batidor, huyó de la caverna por el pasillo en el lado opuesto.
Los solámnicos se acercaron coordinadamente a uno de los dracs, pues así se llamaban aquellos engendros mágicos creados por la nigromancia de los dragones supremos. Repartieron severas estocadas y tajos; pero el tipo mantuvo decentemente sus defensas y aguantó bien los envites. Ana-yu se lanzó a por otro mientras que Loboblanco convocó al relámpago una vez más. El kirath no paró de lanzar flechas en todo momento asaeteando a tres de aquellos engendros. Ambrose paralizó con su magia con una pauta hipnótica a dos de ellos. Oroner, con la colaboración de Pak, flanqueó a otro de ellos y le asestó severos tajos, mientras el pequeño le clavó varias veces la punta de su estoque. Kamernathel sanaba las heridas de sus compañeros y les fortalecía con las bendiciones de Quen Ilumini. Poco a poco la superioridad táctica y el mejor entrenamiento de los solámnicos y el nerakés, con la cobertura de las flechas de Lothas y los rayos de Loboblanco, los dracs fueron cayendo y estallando en charcos de fuego.
En los últimos instantes de la lucha, Kamer invocó a un martillo sagrado que golpeara a uno de los fascinados por la magia de Ambrose; y éste se despertó aunque muy malherido por el golpe. El otro, viéndose amenazado por la proximidad de Tyr, recuperó el control de su cuerpo y atacó al nerakés, al que asestó un gran tajo con su cimitarra, que lo dejó varios instantes aturdido. Finalmente todos cayeron y explotaron, quedando la caverna en silencio y el grupo respirando trabajosamente, sudando del gran esfuerzo.
Kerra Andachiflando, la hermana de Parrick, sucia y apaleada, se presentó alegre al grupo. Hablaba sin cesar. Decía algo sobre un ritual de sangre que había oído al ogro en una sala no lejana. Sacar a los ventiún desgraciados fue una tarea ardua que requirió la ayuda de varios miembros del grupo. Solo cuatro de todos ellos eran kenders de Hylo, el resto eran aquejados de Kendermore. Les dijeron la forma de salir por el túnel de las hormigas. Parrick la esperaba en el edificio del palacio de la antigua capital kender.
El grupo se encaminó por el pasillo este en dirección sur, encabezados por Lothas, Pak y Ashmar. Llegaron a una gran caverna de chozas de adobe situadas en torno a una gran hoguera en el centro del espacioso lugar. Estaba habitada por dracs de ambos sexos. Uno de los centinelas machos se acercó a la entrada de la gruta donde los tres se escondían. Debió oír algo sospechoso, pero se alejó para aliviar la llamada de la naturaleza.
El grupo volvió sobre sus pasos y se adentró por el norte en una sala oscura dotada de una gran cúpula. Bajo ésta, un amplio pentagrama de roca estaba construido sobre un estanque redondo lleno de un líquido viscoso y negro. Los picos de la estrella eran puentes sobre el estanque. En cada esquina había un cráneo de dragón orientado al centro, donde un altar de mármol negro con sangre seca se erigía tenebroso en la oscuridad.
-Quien osa hollar la sala del ritual!!!!!! – se escuchó una voz cavernosa que provenía de algún lugar de la sala. La falta de iluminación hacía que para los no elfos fuera muy complicado distinguir muchos detalles. La antorcha azul de Harral los conjuros que fueron convocando Loboblanco, Ambrose y Kamernathel fueron añadiendo iluminación a todo el lugar. Todos empezaron a caminar hasta el otro extremo de la sala buscando el origen de la voz. Cuando estaban a medio camino, del estanque comenzaron a salir los cadáveres corruptos de kenders, más de veinte. Ennegrecidos, arrugados, gimiendo con el dolor sordo de la no muerte, las patéticas criaturas, desarmadas, comenzaron a caminar hacia el calor de los vivos. Los solámnicos desenvainaron y comenzaron a repartir tajos a diestro y siniestro a la vez que Oroner y Pak actuaban juntos atacando al unísono a todos los que pillaban. Loboblanco se montó en Ana-yu, que no tardó en derribar a tres de las criaturas mientras éste convocaba al relámpago una vez más. Una bola de hielo estalló junto al druida y el mago y les hizo sentir un profundo daño en sus propias carnes. En venganza, Ambrose localizó al ogro hechicero en el otro extremo de la sala y le lanzó un rayo relampagueante que le dio de lleno a la vez que se llevó por delante a otro zombi kender. Ashmar llegó hasta el mismo escabulléndose de enemigos y repartiendo puñetazos y patadas a velocidad de vértigo hasta que pudo aproximarse a su objetivo, que apenas tuvo tiempo de lanzar nada más y fue apresado y rodeado por Oroner y Pak. Kamernathel había invocado el poder de Quen Ilumini para rechazar a un buen puñado de criaturas. Tal como había comenzado, la resistencia de los zombis y el ogro acabó. La criatura tenía multitud de golpes y tajos, además del hielo áureo del monje que lo tenía semicongelado. Ambrose comenzó a levitar y convocó una telaraña en la entrada para tapar la entrada por si venían dracs. Finalmente, el kender se apoderó del bastón de los huesos del ogro y todos avanzaron victoriosos hacia delante, por el otro lado de la sala, hasta llegar a una vieja armería donde aún quedaban algunas armas y armaduras con el lirio de Malys. Y donde descubrieron una antigua Dragonlance a la que de repente un halo de luz azul de la espada corta llamada “Fragmento de Luz” inundó completamente.
Ante la lanza, flotaba un haz de luz que comenzó a extenderse lentamente con zarcillos nebulosos que se retorcían para formar los rasgos espectrales de una bella mujer elfa que mostraba una pequeña sonrisa. Iba vestida con una túnica blanca y holgada y extendía los brazos para bendecir al grupo. Su voz tenía el tono de cristal puro:
– Finalmente habéis superado las grandes dificultades para liberarnos de la oscuridad! Venid, héroes…… coged la lanza y abrazad vuestros destinos!!!
Mientras sus palabras aun resonaban, la imagen se desvanecía, igual que la luz de Fragmento de Luz, que en unos instantes volvió a quedar en sombras.
Con la majestuosa Dragonlance en las manos, Harral y Tyriel se miraron y dijeron.
– Un tiempo llega a su fin. Una nueva era comienza……