CAPITULO II: FLOTSAM Y JETSAM
Marcharon en dirección norte, con destino a Flotsam. Poco antes del amanecer. Un grupo de ocho individuos, dotados de unas prodigiosas alas de fuego, se acercaron volando. Kamernathel indicó que había recibido un mensaje mental de Telerie. Estaba seguro de que eran ellos. Los tres faetones ancianos, Telerie, Aldyf y Oriselm Flameblond, acompañados por cinco guardias, traían la Dragonlance, la espada Filo de Luz, y la lágrima de Mishakal que ellos custodiaban. Todo fue cuidadosamente guardado. Tyresian, cansado, pidió si era posible ser transportados a Flotsam por medio de la magia. Pero Oriselm, hechicero de cierto poder, dijo que aquello estaba más allá de sus posibilidades. La lágrima verdosa, corrupta, debía ser librada de su cruel mancha. Pero los medios para hacerlo no los tenían los faetones. Estaban más allá de su alcance. Debían buscar información para ello, empezando por el lugar más cercano, Flotsam. En dos o tres jornadas a pie podrían llegar. Telerie les dio la bendición de Habbakuk y Aldyf estrechó entre sus brazos a Kông, deseándole sabiduría y la claridad de la mente de Majere: – Una mente clara, y un corazón tierno – dijo el sabio monje.
No tenían muy claro cuál de ellos estaba más deseoso de abandonar por fin la Desolación. A medida que se alejaban del Pico de Malys, la temperatura descendía y el viento soplaba con más fuerza. Por primera vez en días recurrieron a la ropa de abrigo y se arrebujaron en las capas. Tyresian recurrió a su magia para atraer a seis caballos para llevarlos más deprisa a su destino. Aun temían que los nerakeses de Refugio Oscuro pudieran ir tras ellos. Kamernathel y Tyresian compartían montura y susurraban en qualinesti sobre la Lágrima corrupta y la sombra que la habitaba. Esa misma noche, explicaron al resto del grupo, intentarían someterla con el bastón de los huesos.
Al final de la jornada, después de tomar una ligera cena, el mago de túnica roja hechizó cinco piedras con un conjuro menor de luz. Con ellas hizo un círculo y se quedó dentro con Kamernathel. Los demás se apartaron pero no demasiado. Puk se fue junto con Moro, que se había refugiado tras unos arbustos. Tyresian invocó a la sombra y ésta apareció con un gemido ahogado. Con sus ojos, tenues luminiscencias amarillas, se volvió al clérigo y le atacó con sus brazos y su gélido toque incorpóreo. El rubio elfo se sintió de repente debilitado. Y el mago pronuncio una palabra de mando con el bastón. Por desgracia la criatura no dio muestras de ser afectada. Trató de volver a atacar al sacerdote con renovada furia mientras Luna Llena le lanzaba tres flechazos con evidente acierto.
Reponiéndose del ataque, Kamernathel invocó el poder de Quen Ilumini y la criatura, aterrorizada, volvió al interior de la Lágrima. Antes de que de apareciera, pudieron oír voces angustiadas que provenían del interior. Tal vez almas atrapadas. Este hecho angustió especialmente a Kamernathel. Tendrían que buscar ayuda donde pudieran encontrarla.
La vieja Flotsam era una antigua cuidad venida a menos. Puerto estratégico durante décadas para controlar el tráfico marítimo en el sur del mar de Sangre, era una superviviente de las depredaciones de Malystrix y de la Guerra Caos. Su muralla fue construida en la Guerra de la Lanza por el ala negra del ejercito de los dragones. Malys lo arrasó y los minotauros lo reconstruyeron cuando ocuparon el pueblo brevemente hacía dos años.
Cuando el grupo llegó a las puertas con los hombros cubiertos de nieve, los guardias, armados con corazas de cuero y mazas, les preguntaron sus nombres y el motivo de su visita a la ciudad. Kông les explicó brevemente junto a Tyr que venían a buscar refugio del invierno, comida caliente y un techo sobre sus cabezas. Los guardias les recomendaron la posada de los muelles, un sitio más que acogedor.
El aspecto de la pequeña urbe era ciertamente desolador a la par que esperanzador. No había casi ningún edificio que no mostrara orgulloso las cicatrices de las depredaciones de los lacayos de la roja. Pero no era menos cierto que se veían andamios por doquier. Los industriosos habitantes de Flotsam, la mayoría antiguos bárbaros de las llanuras y gentes de Khur, amén de muchos kender y semiogros, no cesaban de luchar por su ciudad. Tan sólo el distrito más occidental seguía sin reconstruirse.
Pese a todo, la pobreza era rampante por doquier. Docenas de huérfanos de pies sucios y vestidos con harapos, acosaban al grupo constantemente hasta que llegaron a la posada. Los Muelles era una taberna grande construida con varios edificios desalojados que estaban prácticamente en ruinas. Había redes de pesca, proas de barcos de pesca, tridentes, cabezas de grandes peces disecadas colgadas de las paredes, un fuerte olor a aceite de pescado y sudor, todo ello mezclado con cerveza y comidas picantes y saladas. La amable dueña, Bridget Stubbletoe, una vieja kender algo arrugada que, según decían, era una excelente cocinera, les dio la bienvenida y facilitó alojamiento a buen precio. Tal vez algo más caro de lo habitual en estos sitios. Pero no había mucha competencia en la ciudad. Alquilaron dos habitaciones y cenaron abundantemente a base de pescado y estofado de vegetales. Mientras Tyr, Kông y LunaLlena estaban tomando vinos abajo, recibieron la agradable sorpresa de la visita de Harral Uth Vantarh,
caballero de la espada, que se había separado de Tyr al salir del pico de Malys. Llevaba dos semanas en Flotsam y había estado haciendo averiguaciones. Tyr les contó que habían obtenido las Lágrimas de Mishakal y que buscaban la manera de limpiar la corrupción de una de ellas. Por su lado, Puk y Milos charlaban alegremente con un grupo de hombres que, por su aspecto, parecían marinos o piratas, algo difícil de diferenciar. Les hablaron de la otra posada de la cuidad, el Pelicano Pardo, en la parte este, al sur de La Roca, el distrito noble. Con toda esta información, al día siguiente decidieron visitar el templo de Shinare, el único de la ciudad, atendido por Zand Zinar, solámnico de Palanthas, de origen noble. Lo que buscaban era alguien que les pudiese indicar un templo de Mishakal.
Zand Zinar era un hombre de mediana edad, atractivo de cabellos y ojos marrones. Su ayudante era una enana daewar llamada Fjona Goldstone. Kông hizo una donación. Consiguieron varias pociones de curación a buen precio. El aristocrático clérigo, que además era un maestro mercenario, les dijo que los templos de Mishakal más cercanos estaban en Khur. Hablaron sobre la conveniencia o no de visitar algún templo de la diosa de la curación. Liberar la lágrima estaba fuera del alcance de todos ellos, como pudo comprobar Kamernathel. No obstante, Puk y Milos siguieron haciendo preguntas sobre la ciudad y su señor; un tal Lord Toede «el inmortal» que gobernaba la urbe desde hacía años. Aquella misma noche, varios miembros del grupo salieron a visitar la ciudad de una forma más discreta. Tyresian salió solo, para preocupación de Luna Llena, que mostraba cierta inquietud por la seguridad de los dos qualinesti. Puk y Milos visitaron el Pelícano Pardo, la otra posaba de Flotsam, donde descubrieron que aquello era más que una simple posada, puesto que había otras actividades tales como juego, fumaderos de hierbas, cortesanas y diversos espectáculos de peculiares gustos. Una atractiva mujer de cabello plateado llamada Vixen habló con ellos una vez que se hubieron deleitado con la compañía de dos bellas damas. Puk abandonó el lugar antes que el ergothiano, pero ambos llevaban valiosa información que luego compartieron con los demás.
Al alba del siguiente día, Milos les indicó que habían averiguado ciertas cosas sobre Flotsam y Lord Toede. Al parecer el susodicho señor echaba muy en falta la compañía de su anfidragón Hopsloth y por ello había negociado con un grupo de elfos dargonesti de aspecto hosco y algo siniestro la compra de un puñado de huevos de anfidragón. Además, también había oído que Lord Toede recibe semanalmente cargamentos con numerosos libros y pergaminos de puertos tan distantes como Palanthas. Según parecía, Lord Toede tiene la biblioteca sobre curación mágica, rejuvenecimiento y necromancia más extensa de todo el este de Ansalon.
Y por último había oído que viudas de pescadores cuchicheaban acerca de figuras encapuchadas y jorobadas que habían irrumpido en los sótanos y bodegas de algunas casas. Aunque nunca se había atrapado a ninguno ni se les había visto a plena luz del día. Todo esto lo trataron durante un buen rato mientras paseaban por el mercado de la ciudad, donde visitaron a la Alquimista Aranna, una gnoma mística experta en fabricación de pociones. También pudieron pararse en el establecimiento de Geon y Loren, un hechicero y una maga de túnica blanca que representaba a la Torre de Wayreth en el lugar. Tyresian habló con ellos durante un buen rato y compró e intercambió algunos pergaminos.
Por lo que habían podido recopilar, era necesario hacer una visita a Lord Toede; o al menos pedir audiencia en el consistorio de la ciudad. Milos decidió probar suerte en el consistorio mientras el resto volvía a la posada “Los Muelles”.
El ergothiano encontró un laberinto burocrático de funcionarios que sólo pretendían sacar monedas de acero. Así se lo contó a sus compañeros cuando se encontró con ellos al volver. Esa misma mañana, antes de tomar el desayuno, Milos y Puk habían acordado hacer negocios con Harkutt el pirata y sus secuaces Brok y Alfred sobre el precio que algunos esclavistas habían puesto sobre los elfos. Pretendían tender una emboscada a aquella gente. Puk planeó usar a Luna Llena como cebo para atraerlos al distrito en ruinas de la ciudad y poder interrogarlos. En torno a las ocho de la tarde, Harkutt y sus compinches se presentaron bien vestidos y aseados para hacer negocios con Puk y Milos.
– Quedaremos en la antigua plaza de los ahorcados en el distrito en ruinas sobre las 12, Guardia Oscura. Entregaremos las 1.500 piezas de acero a cambio de esa elfa noble que nos habéis dicho. – dijo el pirata con aplomo y decisión.
El resto del grupo fue con la elfa a la plaza de los ahorcados para simular la entrega de Luna Llena. Kamernathel se quedó en la habitación para preparar el conjuro que lanzaría sobre Puk y que éste transmitiría al pirata; puesto que con él podría ver a través de los ojos del individuo tocado.
En la gélida noche de Flotsam, Luna Llena y sus cinco acompañantes caminaron por las solitarias calles hasta llegar cerca de la plaza de los ahorcados. Pero poco antes de alcanzar su destino, un derrumbamiento de los restos de dos antiguas casas provocaron serias heridas a varios de ellos. Afortunadamente la elfa pudo advertirles unos instantes antes o de lo contrario hubiera sido mucho peor. Luego encontraron a un niño de unos diez u once años llorando desconsoladamente porque según decía había perdido a Husker, su muñeco. Dijo que se había quedado en el sótano de su casa derruida y que los otros lo tenían atrapado.
Kông se ofreció a ayudar al niño, seguido por Harral. Entró en las ruinas de la vieja casa y descendió al hueco de una vieja bodega o habitación subterránea donde un muñeco de trapo y paja estaba junto a otros similares pero con figuras de animales. Cuando el monje lo cogió, los otros muñecos cobraron vida y le atacaron en medio de escalofriantes chillidos inhumanos. El asustado lemishita trepó veloz por la cuerda mientras Harral trataba de quitarle a espadazos varios de aquellos muñecos demoníacos. El pequeño, de nombre Gib, agarró a su querido Husker con decisión y lo abrazó con fuerza. Luna Llena disparó varias flechas a varias de aquellas criaturas que se habían soltado del monje. En unos instantes, los muñecos habían sido destruidos.
Lo que iba a ser una sencilla caminata a una plaza abandonada se había convertido en algo peligroso y habían recibido heridas con las que no contaban.
Al llegar a la plaza de los ahorcados, sólo les recibió el silencio. El frío nocturno empezaba ya hacerse difícil de soportar. Todos se ciñeron las ropas de abrigo. Luna Llena fue atada de muñecas con un nudo falso y se restregó arena por la cara y manos, simulando golpes y arañazos. Milos y Puk se aprestaron a preparar la escena. El resto se ocultó por las casas derrumbadas y en ruinas.
Cuando se acercó una figura embozada y portando una sola antorcha, le tensión se cortaba con un cuchillo. Harkutt venía solo armado con un estoque. Saludó a Milos y a Puk, miró a la elfa arrodillada y se extrañó del tono de piel oscuro que desde luego no era silvanesti. Puk le dijo que las inclemencias del tiempo habían pasado factura sobre la mujer, pero que valía lo acordado.
Cuando el “honorable” pirata les entregó una bolsa con gemas y trató de llevarse a LunaLlena, el resto del grupo salió de sus escondites armados y preparados. Había sido un engaño. Interrogaron al hombre sin recurrir de forma directa a las amenazas. Él les dijo que entregaba a los esclavos a los minotauros que estaban atracados en el muelle, en una galera llamada La Hoja Sangrienta. Cuando la información se agotó, les dijo que sólo trabajaba con sus dos compañeros y que no había nadie más con ellos. Tyresian se acercó a él y le descargó en la cabeza un rayo relampagueante que lo dejó humeando en el suelo muerto en el acto. Los solámnicos se indignaron ante la ejecución a sangre fría de un hombre que se había rendido. Pero la rabia y el odio que sentía el mago, apoyado por Luna Llena habían dado cuenta del desgraciado, La discusión había creado una brecha en los compañeros.
Sonriendo, Oroner se marchó a la posada a dormir plácidamente mientras que los solámnicos le acompañaron para recoger las pertenencias de todos y volver a las ruinas. Algunos querían ir a la guarida de los compañeros de Harkutt y ejecutarlos igualmente, antes de que dieran la alarma. Pero otros no apoyaban la idea. Un asalto en plena noche les traería problemas.
Milos fue a visitar a Vixen en el Pelícano Pardo, que le prestó su ayuda en el asunto de los burócratas.
Aquella noche transcurrió muy lenta y fría para todos ellos, salvo para el caballero de Neraka, que durmió a pierna suelta todas las horas.
En la siguiente jornada, Milos, acompañado por Kamernathel, comprobó que entre los funcionarios del consistorio había una mujer que trabajaba además para Vixen, y que les llevó directamente al jefe de los escribas, un hombre de origen khurita ya entrado en años y muy bien vestido y educado que les informó de la disposición de Lord Toede a recibirlos en aquel preciso instante.
Con esas buenas noticias, la comitiva se apresuró a la mansión de Lord Toede, situada en el distrito de la Roca, una península en la parte este de la ciudad donde vivían los potentados de Flotsam.
Se trataba de una construcción de estilo oriental con amplios jardines laterales en los que un siniestro individuo de nombre Vincenzo, guardaba a seis perros infernales y les hablaba como si fueran sus hijos queridos.
Lord Toede les recibió en la Sala de Día de la planta baja de su mansión. Era la viva imagen de la decrepitud en un hobgoblin que debía tener más edad que cualquier otro espécimen de su raza.
Iba vestido con túnicas muy lujosas y se escuchaba constantemente el tintineo de sus muchos anillos y collares. Un larguirucho chambelán se afanaba en alisar continuamente todos los atavíos de su señor.
Toede sólo hablaba en susurros. El chambelán acercaba el oído y repetía lo que le decía.
Al parecer Toede, el en otro tiempo general del ejército de los Dragones Negros, echaba mucho de menos a su montura anfidragón Hopsloth, cosa que ya habían oído de ciertos rumores. Para llenar ese vacío, había adquirido de unos dargonesti una docena de huevos de esta especie que había sido robada por unos misteriosos ladrones encapuchados y jorobados hacía solo unos días.
Los compañeros pidieron acceder a la gran biblioteca de Lord Toede para consultar cierta información. Pero en verdad el benévolo señor les dio su permiso siempre y cuando recuperaran los huevos de manos de los ladrones. Según decían sus agentes, se encontraban en las ruinas de la antigua ciudad silvanesti de Micah, a unas veinticinco millas al oeste de Flotsam. Además, el generoso Lord Toede se ofreció a guardar cualquier objeto de valor o mágico que llevaran encima mientras ellos llevaban a cabo esta tarea. Incluso les dijo que les escondería de los minotauros que les estaban buscando por haber matado a uno de sus agentes. Esto último dejó al grupo pálido; dada la velocidad con la que se había enterado de lo de la noche anterior.
Sin otra opción que aceptar la proposición de Toede, los compañeros marcharon en dirección a Micah, observando con resquemor la cantidad de minotauros soldados y marinos que caminaban por el mercado de la ciudad interrogando a gente y maltratando a quien se pusiera en su camino.
Por su parte, Oroner saludó a una Dama del Lirio, vestida con su negra armadura de placas y escoltada por cuadro espaderos con cotas de malla y sobrevestes negras que paseaban por el centro de la ciudad. Lo que hablaron no trascendió, pero el nerakés volvió con una leve sonrisa en su duro rostro. Tratando de no llamar la atención, abandonaron Flotsam por la puerta sureste, por la misma que entraron. En el interior de las bolsas de contención, las dos lágrimas de Mishakal emitían quedos sonidos y gemidos de muy distinto tono y significado.
Debían salir cuanto antes de Flotsam, antes de que los minotauros decidieran elevar un grado la intensidad de los interrogatorios a los que sometían a los pobres vecinos de la ciudad. Abandonaron la puerta sur con la mayor discreción posible, caminando y arrebujados en sus ropajes de abrigo, ateridos de frío. Los restos de lo que en su día fue el bosque de Goodlund saludaba tristemente al grupo. Tocones de árboles quemados y restos de granjas arrasadas adornaban lúgubremente el paisaje, húmedo, helado y azotado por el viento marino. El aliento se elevaba al cielo, apenas hablaban entre ellos. Luna Llena y Milos iban en vanguardia varios cientos de yardas por delante para explorar el terreno y así evitar sorpresas. Cuando el día tocaba a su fin, llegaron a una escarpada colina que parecía haber engullido una antigua ciudad. Sólo los muros curvos de brillante piedra blanca que reflejaba poderosamente los agonizantes rayos del ocaso llamaban la atención.
-muros antiguos silvanesti – dijo Tyresian.- Piedra moldeada con la magia de las lunas. A pesar del paso de milenios aun sigue ahí. –
La exploradora kalanesti se acercó a los muros con cierto temor reverencial y los tocó con las manos. Se podían apreciar perfectamente los desperfectos del paso del tiempo y las dificultades y tragedias que habían asolado la antigua Micah. Comenzaron una cuidadosa exploración de los alrededores. Los dos exploradores, Kông y Puk se sumaron a la tarea. El resto montó un pequeño campamento en las cercanías en una loma cercana que concedía cierto resguardo del feroz viento.
Cuando se quedaron sólo con la luz de Solinari y Lunitari, suspendieron la exploración y montaron guardias por parejas pero sin encender hogueras, lo que supuso un serio incordio para la mayoría de ellos. Luna Llena pudo observar con inquietud cómo a lo largo de la noche, tras la muralla curva, dos luminiscencias verdes destacaron claramente durante unos breves instantes. Pero aunque la elfa advirtió a los demás, poco pudieron hacer para descubrir en ese momento qué había detrás de ellas.
El alba llegó tarde, la niebla incipiente dificultaba la visibilidad en toda la solitaria zona. El monje se empeñó en subir a lo alto de la colina para tener una visión en terreno elevado de las ruinas. Caminó durante un buen rato para encontrarse con que la niebla se había incrementado y apenas se podían distinguir detalles del interior de la vieja urbe. Sólo pudo distinguir una cúpula de mármol blanco sobre una serie de pilares.
Cuando volvió con el grupo les dijo que se había topado con un grupo de ogros pero que no llegaron a verlo, gracias a Majere.
Finalmente decidieron entrar en las ruinas en grupo. Lo primero que vieron fueron los restos de una plaza repleta de escombros en medio de la cual serpenteaba un camino de amplios adoquines quebrados que se dirigía al centro del lugar. Un gran brazo de la colina había dividido las ruinas en aquel lugar, de modo que para pasar debían atravesar un estrecho pasillo de roca que daba a un antiguo jardín donde todavía había tiestos y plantas ya petrificadas por el paso del tiempo. Cuando pasaron, unas nubes negras cubrieron el cielo de improviso y unas imágenes espectrales hicieron su aparición. Antiguas esculturas de plantas y flores, árboles antiguos y elevados y su propio guardián. Feolildas el ent. Un ent fantasmal que con su expresión aterradora debilitó la resistencia de varios miembros de la Compañía. Pero pronto se repusieron del miedo y atacaron en grupo. Kông, Harral y Milos se lanzaron en primer lugar para sajar y repartir tajos y estocadas contra aquel ser retorcido que hablaba en la lengua del bosque y que sólo Kamernathel y Luna Llena comprendían, puesto que Tyresian se encontraba más atrás. Los puños del monje consiguieron hacer mella en la corteza semisólida, pero eran las espadas de Milos y Harral las que conseguían hacer las heridas más profundas. Los elfos parecían reacios a atacar al ent; y el clérigo trataba de impedir que siguiera el combate. Pero desde atrás llegó Oroner con el Fustigador del Infierno, el látigo que poseía Sindra la Drac, y de un único golpe partió en dos el espectral tronco. Toda la escena se desvaneció y sólo quedó el sepulcral silencio.
Puk y Milos se adelantaron para inspeccionar la zona más adelante. Vieron una amplia grieta en el suelo que bajaba hasta ver un extraño tapón de una sustancia pegajosa y quitinosa. Un poco más adelante observaron la estructura que el monje vio desde lo alto de la colina. Una serie de columnas de piedra blanca lisa que sostenían una cúpula resquebrajada del mismo material. Estaba circundada la estructura por un sendero de baldosas del que partían otros senderos similares de forma radial. Uno de ellos llegaba hasta la entrada de la ciudad. La estructura estaba recubierta de unas extrañas telas muy finas hechas de una sustancia similar a las telas de araña pero más pegajosas y resbaladizas de color verde oscuro. Cubrían tanto el exterior como el interior. Milos entró a través de una y Kông hizo lo propio. La visibilidad dentro era muy escasa a pesar de ser de día. La presencia masiva de estas cortinas que caían desde el techo restaba mucha visibilidad.
De repente aparecieron.
Unas criaturas de aspecto humanoide de carne gomosa que brillaba de color verde pastel; recubiertas de un caparazón quitinoso, y de cuyos poros exudaban una sustancia cenagosa de color verde llena de manchas suciedad. Caminaban de una manera encorvada, con los brazos levantados como mantis religiosas mostrando terribles garras. Sus cabezas tenían aspecto insectoide pero más carnosas y con húmedas papadas alrededor de sus mejillas y cuello. La mandíbula inferior les sobresalía del cráneo y tenían grandes colmillos y una larga lengua rasposa. Atacaron salvajemente a Milos entre dos y le hicieron severos tajos. Éste pidió ayuda y los demás entraron a pesar de ver poco allí dentro. Puk se dedicó a sorprender por la espalda y dar severas estocadas mientras que Harral y Oroner se acercaban al centro de la estructura abriéndose paso a espadazos. Kamernathel convocó el conjuro de aspecto de celestial y de sus ojos salieron despedidas varias ráfagas ígneas que hicieron arder a algunos de aquellos monstruos. Pero eran muchos y en un espacio lleno de obstáculos y reducido. LunaLlena disparaba desde fuera acertando con su proverbial puntería y atravesando varios de aquellos correosos caparazones. Los mordiscos y garras debían estar envenenados a juzgar por los efectos debilitadores que sentían Kông y Harral. En medio del caos, donde los atacantes eran unos diez, los solámnicos y el nerakés se acercaron al centro. Un montículo de formas larvales que se retorcían y sobre la que se alzaba la que parecía ser la reina, una hembra similar a los atacantes pero que los doblaba en estatura y que tenía un amplio abdomen. No dejaba de impartir órdenes en su lengua a los monstruos que, merced a su habilidad, parecían atacar de forma coordinada y flanqueaban con éxito. Oroner y Harral sufrieron sendos apuñalamientos con aquellas monstruosas garras que casi les cuestan la vida. El solámnico incluso perdió un ojo de un brutal golpe de uno de los monstruos.
Con el apoyo de la magia curadora de Kamernathel y el esfuerzo titánico de todos ellos, consiguieron atacar a la propia reina y matar a sus secuaces. Kông consiguió hundir su puño en el espantoso abdomen de la progenitora y vació parte de las entrañas del monstruo. Pisando sobre aquellas larvas, Oroner y Harral subieron para rematar a la reina con sus espadas y el látigo del nerakés.
Unos latidos de corazón más tarde, sólo quedaba el llanto de las larvas.
El clérigo de Quen Ilumini se puso a curar las heridas de sus compañeros en la medida de las posibilidades que aún tenía. Al final del lugar, no lejos de las columnas había un antiguo edificio sin techo cuyas paredes sin ventanas era la única estructura reseñable que les quedaba por ver en aquel lugar. Se adentraron en él y vieron cómo dos especies de chamanes de la misma raza protegían una amplia estructura de piedra en forma de cuenco en la que estaban depositados una serie de huevos. Sobre el borde había una aberración. Una mezcla de esas criaturas pero con rasgos dragoniles y un caparazón de tortuga en la espalda.
Intentaron infructuosamente hablar con ellos, pero fue inútil. El monstruo lanzó su aliento de ácido contra Kông, que consiguió esquivarlo gracias a sus prodigiosos reflejos. El resto del grupo entró en tromba y se enzarzaron con los dos chamanes que conjuraron hechizos viles que, por el peso del número y la rapidez de los ataques, no tuvieron mucho éxito. El monje derribó a uno de ellos mientras los espadachines atravesaban al engendro en menos de cinco latidos de corazón. Sólo un ominoso tótem de cabeza de mosca con lengua rasposa y cuerpo similar al de ellos quedaba allí en pie.
– Una asquerosa representación de Morgión, el Viento Negro, – dijo Kamernathel. Ahora tenemos los once huevos.
Sus compañeros lo miraban ensangrentados, fatigados y cubiertos de la asquerosa gelatina que recubría a aquellos seres.
Algunos, cansados y agotados del esfuerzo, buscaron apoyo para sentarse entre los restos de escombros y trozos de mármol. Puk comenzó a registrar minuciosamente la estancia con ayuda de Milos. Harral y Kamernathel terminaron de derribar el monstruoso totem de Morgion. Algunas heridas revestían gravedad, como las del solamnico y Oroner. Iban a pasar la noche en el complejo, pero prefirieron buscar cobijo en el antiguo templo de Branchala, o Astra. Entre sus ruinas de mármol blanco y antiguas tallas del dios bardo, pusieron sus sacos de dormir y sus tiendas de lona. Se turnaron para vigilar pero no sufrieron ningun incidente.
Por la mañana deliberaron sobre los pasos a seguir. Les entregarían los huevos a Toede a cambio del acceso a la biblioteca. Además le llevarían la cabeza del engendro híbrido.
La nieve caía en gruesos copos y les cubría las capas de blanco. El frío les calaba hasta los huesos. Flotsam estaba a la vista. Nada parecía estar fuera de lo normal. Entraron por la puerta sureste, por la misma que habían abandonado la ciudad. Era una mañana con una densa niebla que apenas dejaba visibilidad. Aprovecharon esta circunstancia y se apresuraron para llegar al distrito de la Roca. El alegre Vinzenzo les recibió con una sonrisa demente mientras daba de comer a sus perros infernales. El chambelán, que parecía estar ataviado para recibir a un emperador, les dio una fría bienvenida. Lord Toede se agitó al enterarse de que habían recuperado sus huevos. Al menos once de ellos. Les permitió un acceso ilimitado a su renombrada biblioteca. En el tercer piso de su mansión había una torre en cuya azotea descubrieron un extraño artilugio de fabricación gnómica diseñado para observar las estrellas. En una sala contigua había un lujoso laboratorio de alquimia y en otra sala una serie de estanterías polvorientas en completo desorden en las que estaban esparcidos centenares de libros y pergaminos, además de papiros muy antiguos. Se pusieron a buscar todos. Kamer y Tyresian se centraron en la información sobre métodos de purificar objetos corruptos. Los demás recopilaron información sobre Huma y otros asuntos más personales, como en el caso de Milos. Pasaron horas. Comieron sus raciones allí mismo para no perder tiempo. Al final del día recopilaron retazos sobre la historia de Sir Dereg, un caballero de Solamnia de la era precataclísmica. Por una serie de circunstancias no aclaradas, su espada bendecida por los dioses de la luz quedó corrompida en el transcurso de la lucha contra Sylviana, la Reina Necrófaga de la antigua Silvanesti. Privado de ella, el valeroso caballero buscó en el norte, en las islas de Nordmaar, la llamada Fuente de la Renovación. Un lugar de purificación para objetos y almas corrompidas. Grandes fueron las vicisitudes y fatigas que debió soportar Dereg hasta llegar a la fuente. Allí hundió su espada y su brazo para lograr la redención.
Los relatos no aportaban otros datos más precisos ni llegaban a ulteriores conclusiones sobre dónde se podía encontrar la afamada fuente. Cuando aquella misma noche, poco antes de marcharse a buscar alojamiento a la posada de Los Muelles, pusieron en común lo que habían encontrado, tuvo lugar una extraña aparición. La figura de una elfa de aspecto muy antiguo y altivo. Sin duda silvanesti. Les advirtió con voz de ultratumba que no siguieran adelante. Que el Señor de los Huesos había reclamado la Lágrima y nadie se la arrebataría. Sólo duró unos instantes, pero les encogió el corazón a todos. No sabían quién era esa mujer elfa, de eso estaban seguros.
Cuando el Chambelán les invitó amablemente a buscar fuera de la Roca el alojamiento que necesitaban, Puk y Milos decidieron ir al Pelícano Pardo en busca de mejor acomodo. El resto volvió a la abarrotada posada de Los Muelles. Bridget les dijo que sólo había una habitación disponible. A regañadientes aceptaron lo que había e incluso pensaron hacer uso de la zona común, atestada de marinos y plebeyos de la urbe.
Entonces llegaron los problemas. Los elfos vieron a Alfred y a Brok, los secuaces del ejecutado Harkutt. Luna Llena, Kông y Tyresian se tensaron. Especialmente cuando los dos hombres se marcharon apresuradamente. Los tres les siguieron por las gélidas calles de Flotsam. Harral hizo lo propio poco después. Sin importar demasiado el sigilo o la discreción, el monje y los dos elfos atacaron a los rufianes en las cercanías del puerto. Éstos gritaban pidiendo ayuda mientras Kông les pateaba en el suelo y les rompía huesos en el torso o las piernas. Cuando llegaron cuatro guardias, Tyresian hechizó a uno de ellos. Les convenció de que se trataba de una riña a causa de la elfa. Los guardias se llevaron a los dos heridos alegando que eran conocidos. El caballero, el monje y los dos elfos volvieron a la posada. Oroner y los demás estaban terminando de cenar cuando vieron a otros dos hombres de rudo aspecto, probablemente piratas, que se levantaban de sus mesas y se marchaban con rapidez. Cuando se sentaron junto a sus compañeros, ya sabían que los problemas no habían acabado por esa noche.
Mientras hablaban en voz baja, Harral y Tyr vjeron cómo dos hombres embozados, uno de ellos fumando en pipa, les hacían señas para que se acercaran. Mantuvieron una conversación sin hacer gestos ni llamar la atención.
Cuando volvieron junto a sus compañeros, vieron que los dos rufianes venían acompañados por un hekturión minotauro con su coraza y su hacha de batalla. Fueron al mostrador, le pidieron algo a Bridget y se pusieron a beber cerveza.
Harral y Tyr dijeron a sus compañeros que los dos hombres eran miembros de su orden. Se tenían que marchar con ellos a Sanction antes de que los minotauros vinieran a la posada. Le entregaron un pergamino a Tyresian para teleportarse. Querían reunir a los compañeros, pero no les dio tiempo. El hekturión se marchó con sus acompañantes… y al poco volvió con dos docenas de legionarios y una decena de guardias. El sonido del metal contra el metal, y de metal contra cuero sonaban claramente en las calles cercanas. El pánico estalló en la posada y muchos parroquianos se apresuraron a salir por las ventanas y por la puerta. Algunos se armaron de valor y volcaron mesas contra la puerta cerrada. Harral, Tyr, y los dos extraños subieron a la habitación donde estaba Kamernathel. Desde allí y mediante la magia desaparecieron de la posada.
Los demás salieron por la ventana justo antes de que los minotauros entraran en tropel. Tuvieron una escaramuza con algunos guardias mientras se abrían camino hacia el distrito en ruinas, donde llegaron corriendo y se ocultaron con éxito.
Por su parte, Puk y Milos disfrutaban de la hospitalidad del Pelícano Pardo y de Vixen. Con la compañía de las jóvenes de la posada y las sábanas de seda. Cuando el sol comenzaba a colarse débilmente a través de las rendijas de las ventanas de madera de sus habitaciones, llamaron suavemente a la puerta. Una preocupada Vixen les contó grosso modo lo ocurrido la noche anterior. La legión de Droka, que tenía embarcados a más de doscientos legionarios en la galera la Hoja Sangrienta, atracada en el puerto, había decidido dar caza a los que habían hecho desaparecer a uno de sus principales contactos en la ciudad, además de un valioso socio comercial, el pirata Harkutt. Les buscaban y no pararían hasta dar con ellos, aunque tuvieran que arrasar media ciudad para conseguirlo.
Toda una larga y gélida noche transcurrió en la soledad de las ruinas de Flotsam, el viejo distrito nunca reconstruido. Oroner, Luna Llena, Tyresian y Kông despertaron agarrotados y ateridos de frío. Caía una fina capa de nieve y una ligera lluvia. No querían abandonar la ciudad sin antes agotar todos sus recursos en la búsqueda que aun les quedaba por hacer en los documentos y legajos de la biblioteca de Lord Toede. Se dirigieron hasta el distrito de La Roca caminando cerca de las murallas, donde se alzaban docenas de chabolas y malvivían centenares de personas. Dieron un paseo por la miseria y la inmundicia hasta llegar a las elegantes viviendas del distrito de los potentados. No había siquiera guardias vigilando el lugar. Llegaron sin problemas hasta los jardines del lord y saludaron a Vinzenzo; que se afanaba en alimentar bien a sus canes infernales. El Chambelán les dio una fría bienvenida y les guió hasta la biblioteca nuevamente. Allí se pusieron a buscar más datos sobre la fuente de la Renovación, la marca en forma de cabeza de lobo de Milos y los tótem de dragón. Pero el mago, agotado tras apenas haber descansado por la noche, pidió prestado un catre para dormir un par de horas en uno de los cuartos de los sirvientes. Kông haría guardia en la puerta mientras LunaLlena buscaba información sobre Micah.
Mientras estaban la elfa y el nerakés enfrascados en sus búsquedas, llegaron tres individuos a la puerta de la biblioteca. El caballero del Lirio Kharos Egrenhoff, , la dama de la Espina Gladys de Neraka, , y el caballero de la Calavera Konrad Soter . Se sorprendieron al ver a Oroner en compañía de la kalanesti; pero ésta, algo asustada, se marchó del lugar en busca de los compañeros. Oroner se puso a hablar con ellos en su propia lengua. La nerviosa elfa se reunió con el monje y el mago, que terminaba de estudiar sus conjuros después de haber dormido. Inquietos y atemorizados por la facilidad y familiaridad con la que estos extranjeros se movían por la mansión de lord Toede, decidieron salir de la planta baja, en la zona de las cocinas y los sirvientes, a la azotea nuevamente donde les esperaban los dos solámnicos y Kamernathel. Harral tenían el ojo perdido restaurado. Los tres habían sido traídos por Austan Gavinus, el Martín Pescador, auxiliar mágico solámnico , una vez hubieron concluido los asuntos pendientes en Sanction.
Habían llegado a la mansión y se habían dirigido directamente a la azotea, a la biblioteca. Allí se pusieron al día de lo que sabían. Oroner se había marchado por unas horas con lady Gladys de Neraka, dama de la Espina, para terminar algunos asuntos importantes en la capital de la orden. No había dado más explicaciones. Cuando finalizaron las búsquedas en la biblioteca, se marcharon para pasar la noche en el único lugar de la ciudad donde podrían estar tranquilos, el distrito en ruinas. Esta vez coincidieron con numerosos mendigos y gentes miserables que no tenían un techo bajo el que cobijarse. Kông se sintió profundamente apenado. Buscó a la anciana que regularmente daba de comer a niños huérfanos por aquel lugar, Gloria Besith, y preguntó por ella, hasta que por fortuna o gracia de Majere la encontró. La mujer escuchaba atentamente la propuesta del monje. Él compraría una granja en las afueras de Flotsam para que los niños se refugiaran en ella. Gloria le propuso ir al día siguiente al Ayuntamiento para hacer la compra.
Pasaron unas horas muy incómodas: frío, humedad, los gemidos y quejidos de los desgraciados que vagabundeaban por los alrededores. Iban a ultimar algunos asuntos en el mercado mientras encontraban la manera de marcharse de la ciudad de la forma más rápida y segura posible. Descartaron irse a caballo hasta Nordmaar por la dificultad del camino. Atravesar el reino de los ogros, Kern, podría ser un suicidio. Buscaron pasaje en una galera de dos palos llamada la Dama Afortunada, cuyo capitán, el atractivo y excéntrico Vanyth Swift, les indicó con una amplia sonrisa en los labios en los que brillaban dientes de oro, que el pasaje serían unas 100 piezas de acero. Aunque en el caso de los elfos, como pudieron comprobar más tarde, pagarían el doble, así como por montar animales. Oroner se reunió con ellos por la mañana y, todos juntos ya, incluso Milos y Puk, que por fin habían salido del Pelícano Pardo a regañadientes, acordaron irse en la galera por la madrugada del siguiente día. El resto de la jornada transcurrió en el mercado visitando a varios comerciantes, entre ellos a Geon y Loren, de la tienda de ingredientes para magos y hechiceros; y por supuesto el Ayuntamiento. Donde Gloria y Kông formalizaron la compra de la granja ante un funcionario. La mujer se encargaría de recoger a los huérfanos para llevarlos allí; y buscaría a gente que trabajara en el lugar para ayudar a los niños y les leyeran los escritos que el monje les había dejado. Para que al menos crecieran con los mensajes de paz y misericordia de Majere.