Plaga y Redención

 

 

-Estamos en Nordmaar, caballeros.-diijo un autosuficiente Tyresian. La torre se ha trasladado a su gemela del norte. Hemos evitado un penoso viaje en barco. Con las indicaciones del gnomo, el grupo se desplazó al norte hasta encontrar un poste con una inscripción relativa a  un pequeño pueblo gnómico llamado Picketville. Una aldea de investigación horticultural y experimentación.

Una aldea gnómica tan lejos del Monte Noimporta era otra rareza como la misma torre.

                                                                                              

Fueron recibidos por el líder gnomo, Picket, un individuo de edad avanzada y ojos tristes sobre su nariz bulbosa.  Les ofreció hospitalidad en una de las cabañas de su pequeño poblado, un conjunto de pequeñas construcciones de madera y techos de paja y cañas. Había hileras de cuidados jardines  perfectamente compartimentados y dedicados a diversas especies. Junto al río, se hallaba el pequeño embarcadero con las jaulas de grandes cocodrilos al cuidado del explorador Reedflute.  Para sorpresa de todos ellos, y en particular de Cogsworth, Ticktock vivía en una de las cabañas cuyo techo había sido modificado para instalar una chimenea. El genial gnomo, el mantenedor del reloj astronómico, se dedicaba ahora a fabricar objetos de vidrio desde que fuvo que huir de la Torre. Su vida era ahora monótona y sin sentido. Pero su expresión cambió cuando escuchó de la destrucción del motor .Pronto podría volver a su trabajo en la torre. Retomar su Misión en la Vida. Alinear de nuevo el Reloj Cósmico a las tres lunas de Krynn.

El grupo pudo descansar, asearse, comer y relajarse mientras pensaban los siguientes pasos a dar. Tenían el pergamino. La búsqueda de la fuente de la renovación debía continuar. La lágrima corrupta debía ser limpiada.

Mientras visitaban el invernadero de Picket, una amplia construcción de madera y cristal donde crecían multitud de cultivos e injertos experimentales, Lunallena y Milos se percataron de la existencia de una plataforma cóncava de cristal que era usada como tiesto para plantas. Bajo la capa de tierra no había ni el más mínimo rasguño. Los gnomos no pudieron aclararles mucho sobre su origen.

                                                                                               

-lo trajeron de la jungla hace tiempo.- fue todo lo que les pudieron sacar.

En la siguiente jornada, mientras hablaban con los gnomos sobre diferentes cuestiones relativas a sus labores, el poblado sufrió un ataque por parte de unos hombres lagarto, bakali,de aspecto enfermizo. Los gnomos apenas tenían con qué defenderse, salvo los cocodrilos de Reedflute. Salieron de la jungla, armados con lanzas, hachas y jabalinas. Carentes de una milicia organizada, los gnomos corrieron a esconderse mientras  el grupo, sin armaduras y con las armas que que en ese momento tenían, hicieron frente a aquellas criaturas. A pesar de la sorpresa inicial, la veteranía y entrenamiento de los aventureros hicieron que pronto la docena de intrusos estuvieran muertos  o moribundos. Los gnomos estaban tan aterrados como sorprendidos.

 

                                                                                                                                                       

 

Los bakali eran sirvientes de Mohrlex, comúnmente llamado Brea, el gran dragón negro señor de los pantanos desde el final de la Purga de Dragones. Los gnomos estaban explicando atropelladamente el asunto de los Bakali cuando apareció, también de la jungla, un draconiano aurak vestido con una elegante túnica negra. Se llamaba Barathrutus, y era el portavoz de Brea, el señor de los Marjales. Una terrible enfermedad afectaba a los reptiles de la zona. Las escamas se calcificaban y los sentidos se embotaban haciendoles presa de instintos asesinos. Pidió disculpas por lo sucedido y anunció que el mismo Brea estaba afectado. Sorprendidos por la noticia, el  grupo se ofreció a ver si eran capaces de sanar al dragón. Tras algunos momentos de duda, Barathrutus les dijo que él avisaría a su amo sobre la llegada a su hogar, en Mohlexctlan una antigua ciudad de los indígenas Chabacuictli de tiempos precataclísmicos.

 

                                                                                                      

 

Esta decisión provocó no pocas discusiones en el seno del grupo. No podían curar a un dragón negro señor de los pantanos. Además del hecho de que no sabían cómo. Los gnomos les facilitaron dos balsas y una canoa para desplazarse por los pantanos. Llegarían en dos días de atravesar una densa y oscura jungla. Sus armaduras fueron debidamente guardadas y protegidas de la humedad. Lunallena y Milos guiaban a la comitiva a pesar de desconocer completamente el terreno.

Durante el viaje les dio la impresión de que eran observados y vigilados, pero no fueron atacados por nada ni por nadie. Finalmente llegaron a los restos de unas antiguas ruinas consistentes en una especie de anfiteatro de piedra. Un escenario que semejaba un tablero de ajedrez sobre el que dos hileras de individuos, una más alta, compuestas de bakali, y otra de menos estatura, consistentes  en hombres y mujeres de piel bronceada y cabello negro, ataviados con tocados de plumas y telas de vivos colores. Entonaban una triste melodía, dirigidos por un hombre alto de cabello largo y de color azabache, ataviado con un elegante jubón de terciopelo y pantalones ajustados. En su mano izquierda sostenía una copa de plata con vino, mientras que con la otra dirigía la orquesta. Al ver llegar al grupo de extranjeros armados y acorazados, preguntó:

 

 

-¿vosotros también habéis venido a matar al dragón?.

 

Lo que siguió a continuación fue extraño. El hombre, que como sospechaban era el propio Mohrlex poliformado, esperaba que los visitantes le atacaran. Pero cuando intentaron curarlo se sintió engañado por su fiel Barathrutus. Empezó a gritar y a convocarlo para aclarar todo. El aurak apareció acompañado de bakali y de guerreros Chabacuitli. Iba montado en una wyverna y decía que Morhlex era un necio por no haber aceptado el dominio de Onysablet, la Dragona Suprema del Sur- muerta hacía ya tres años- El draconiano le lanzó un trozo de roca negra y el dragón, ya poliformado en su verdadera y gigantesca forma, quedó casi paralizado por completo. Buena parte de su descomunal cuerpo estaba blanquecino de la calcificación. Apenas podía moverse. Lunallena disparó contra Barathrutus, pero las protecciones mágicas desviaron las flechas. En cambio, el resto del grupo se lanzó contra Brea. La visión de aquella monstruosa criatura de aspecto aterrador, a pesar de sufrir una aflicción en gran parte incapacitadora, espoleó a los solámnicos y a Milos para atacarle todos a la vez. Kong se unió a la lucha y Kamernathel comenzó a recitar plegarias. Tyresian no tardó un segundo en lanzar bolas de fuego y rayos relampagueantes.

                                                                                          

Barathrutus les apoyaba y jaleaba lanzando diversos conjuros a la vez que ordenaba a los guerreros chabacuitli que lanzaran jabalinas contra el dragón y detuvieran a la elfa con sus macas. Tras la sorpresa inicial, Brea reaccionó y barrió con su cola y sus garras todo el escenario del vetusto anfiteatro. Pero sus movimientos eran  lentos y torpes. A pesar de la dureza de sus negras escamas, Tyriel consiguió asestar un brutal mandoble en la pata trasera izquierda que rompió hueso y músculo y la dejó colgando. Un segundo tajo la seccionó por completo. Un río de sangre negra tiñó todo el suelo. Un grito desgarrador salió de la reptiliana garganta y se expandió por todos los marjales, silenciando en el proceso a animales y criaturas. Brea perdió el equilibrio y su cuerpo quedó tendido. Harral soltó el escudo y empuñó la espada con ambas manos. Junto a Tyriel se acercó al cuello y se lanzaron a dar estocadas. Milos hizo lo propio en el abdomen. Por su parte, Lunallena, en su afán de atacar al aurak, cayó al suelo inconsciente víctima de la magia del draconiano. Finalmente, ensangrentados y agotados, los tres mataron al gran reptil.

 

 Con una sonrisa de triunfo, Barathrutus se escabulló entre los árboles. Lunallena fue tras él, una vez despierta y libre de la magia. Kamernathel la miró con mirada torva.

 

 

 

                                                                                                

Con ayuda de varios nativos, en las siguientes horas, limpiaron como pudieron el escenario. Con la colaboración de Tyresian y Master Yap, estudiaron las baldosas del suelo. Había una estructura tumbada que formaba parte del propio escenario. Sus baldosas tenían un color más claro y parecía más reciente. La estructura era un soporte de algo grande y circular. Enviaron a algunos de los nativos a Picketville para que trajeran el gran cristal del invernadero. Durante dos días y ya con la abierta colaboración de los agradecidos chabacuitli, levantaron la estructura y colocaron el gran cristal, a todas luces una lente sin mácula, sobre la misma. La luz del amanecer se reflejaba en la lente y alumbraba directamente sobre un lago de agua sucia y estancada muy cerca del anfiteatro. El barro y la suciedad se fueron evaporando toda vez que el propio lago pareció entrar en ebullición. Una columna de agua pareció subir una docena de metros. Un extraño arcoiris se formó desde el extremo de la columna y el borde del lago. Una sobrenatural criatura con cabeza de mujer y cuerpo de serpiente comenzó a deslizarse columna abajo.

 

La criatura hablaba el idioma celestial y decía ser Esmani, la guardiana de la Fuente de la Renovación. Instó a Kamer a subir por el puente de luz para bañar la Lágrima Corrupta.  El sacerdote así lo hizo y la putrefacción y el tono verdoso desaparecieron. La fuente quedó así restaurada. Un fénix azul, símbolo de Habbakkuk, revoloteó por el lugar. Un sacerdote de este dios perteneciente a los nativos juró hacerse cargo de este sagrado lugar.

Aquella misma noche se celebró una fiesta en el anfiteatro. Los nativos les ofrecieron comida y su mejor hospitalidad. Mientras tanto, de la jungla salieron los tres elfos mostrando una sonrisa de satisfacción. Aquellos hechos acontecidos entre ellos durante parte de la celebración no forman parte de esta crónica.

Un nuevo orden se estableció con la muerte de Brea. Los Marjales eran otra vez libres. Los chabacuitli y otras tribus indígenas volvían a ser dueños de sus destinos.

                                                                                             

 

 

Después de tanto tiempo sometidos a la tiranía del monstruo de negras escamas, los nativos no cesaban en sus festejos día y noche. Collares de flores, jugosos licores de exóticas frutas y todo tipo de atenciones para con sus salvadores era todo lo que el grupo vivía en aquellos siete días. No tardaron en llegar representaciones de otros poblados de los Marjales. Un sacerdote de Habbakkuk, de nombre Tectli, de mediana edad y profundos ojos negros, acordó con Kamernathel hacerse cargo de la fuente y velar por su custodia junto a las nagas. Uniría a guerreros de todos los pantanos para que defendieran con su vida el lugar. Nada volvería a hundir la fuente de la Renovación en el olvido.